Hace 61 años que estoy aquí. Solo. Lo que signifiqué en algún momento para estas personas, ya no lo significo más. Todos ellos siguen moviéndose, pasan a mi lado, ni voltean para mirarme, ya casi nadie me mira. De vez en cuando algunos turistas curiosos con el ceño fruncido se acercan, me miran, por un breve momento, como esperando que yo haga algo. Pero yo no hago nada. Soy solo lo que ven. No tengo nada para hacer y por dentro estoy hecho de nada.
En la indiferencia me acostumbre a todo, al calor, al sol en la cara dura y un poco oxidada, al frio, a las palomas que se paran a descansar de su vuelo sobre mi cabeza, y a algunas pelotas de niños que juegan a mí alrededor, que me golpean en el cuerpo cansado de permanecer siempre en la misma posición. De todas formas ya lo siento cada vez menos, después de tanto tiempo, casi ya no siento nada.