"El Golem"
Hay varias versiones sobre la leyenda del golem, esta es una aproximación a la mas clásica

Al Rabino de Praga, la leyenda lo hace nacer en el año 1512, vivía con gran preocupación el asedio de los enemigos de su comunidad, luego de mucho cavilar, encontró la clave para dar vida a un muñeco que debía tener un aspecto monstruoso de forma tal que su sola presencia atemorizara y dispersara a los atacantes. Usando el barro que obtuvo a las orillas del río Moldava, el rabino construyó con sus propias manos un gigante de aspecto temible, al que solo faltaba darle vida, para eso debía incrustar en un lugar de su cuerpo, la clave oculta del nombre de Dios, ese era el secreto. El monstruo cobró vida, y el hombre que usó el nombre divino se sintió su padre, su creador, su Dios. Su sola presencia, haría huir al enemigo, era suficiente mostrar su figura, tenía aspecto de hombre, pero no era humano, solo un robot que cumplía ordenes, era un esclavo que debía obedecer, se ocuparía al mismo tiempo de otras labores, trabajar el campo y hacer el mantenimiento y la limpieza de la sinagoga.
Los sábados León, que así se llamaba el Rabino, extraía la clave de su cuerpo para evitar que trabaje y así cumplir con el mandato bíblico, entonces quedaba acostado sobre el piso, como si se encontrara muerto.
Era el guardián de esa comunidad, y la seguridad que brindaba, lo hizo popular, todos lo conocían y apreciaban su labor, León, se sentía contento, se lo veía radiante, aun violando reglas de su propia creencia, también él a semejanza de Dios logró hacer del barro vida.

Con el tiempo el monstruo acompañaba a Eva, nieta del Rabino en sus paseos por el campo y esto no fue mal visto al principio, ya que era garantía de mas seguridad para la niña, corrían por los prados tomados de la mano, mientras ella lo alentaba a un mayor disfrute de la vida y a que prestara menos atención a los estudios que le imponía su abuelo. Casi sin darse cuenta, el monstruo comenzó a sentir amor por Eva, carente de toda inteligencia, no imaginó siquiera que esto le costaría la vida, tampoco había manera de disuadirlo, no comprendía su realidad, ni cual era el motivo por el que era rechazado.
El Rabino comienza a comprender la gravedad de los hechos, se arrepiente y se maldice, quiso emular a su propio Creador, y ahora debía destruir el engendro, volverlo al barro, al polvo con que lo había creado. No tomo en cuenta los riesgos que impuso el amor.
Muchos años después, otros monstruos, con otras caras y otras intenciones, algunos de a pié y otros en poderosas máquinas de destrucción y muerte, invadían y se apoderaban de la hermosa ciudad.. Nuevamente el horror y el espanto, Praga y su misterio de callejuelas adoquinadas, el puente San Carlos, la niebla del río, las campanas de la Iglesia, sus vientos helado. La risa burlona de la traición, Praga se hundía en la vergüenza de quién miró hacia otro lado, de quién vio y no quiso ver.
Pocos ya recordaban la historia del Rabino, mucho menos la del golem, mientras otro monstruo, nacido de padre y madre, miraba desde lejos la danza macabra de otros monstruos, el desenfrenado producto de su locura. Códigos afines conjugaban un idioma común, una vez más, volver a empezar, como tantas otras.
Años mas tarde, un escritor de triste y torpe andar, habitante de un país remoto de América del Sur, reviviría la vieja leyenda del Golem en poemas memorables, ese poeta fue Jorge Luis Borges.
Mientras tanto King Kong esperaba pacientemente su turno. Juntaba lágrimas para sus ojos, y muchos se habrían de enternecer al verlo llorar, huyendo, abrazado a su amada por los techos de Nueva York.
Andre, Laplume.