Me miras y cuando crees que voltearé mi rostro, te das cuenta que el que se rendirá eres tú. ¿Esperabas que te vendiera algún "mexican curious"? te voy a regalar un par de balazos enmedio de los ojos.

Si crees que puedes venir a sentir compasión por mí ya puedes ir desistiendo. Siéntela en otro lado. No me regales nada. Adentro, muy adentro de esta masa de sangre y huesos, horrenda a tus ojos, tengo dignidad. No parece, ¿verdad? soy más que solo la mendicidad encarnada. Soy la niña indígena, sucia, analfabeta y mocosa a la que miras desde la comodidad de tu auto. No voltees la mirada, seguiré aquí aún cuando cierres los ojos. No necesito que me regales nada. Con eso solo lograrás deshacerte de tu cargo de conciencia por unos minutos.
Soy más que el perro sarnoso que circunda tu basura. Crees que solo eso me has dejado. Tú que no eres ni siquiera rico. Esto no es un reclamo, es una advertencia.
Puedes ir a tu casa y no hacer nada al respecto. Pero piensa: ¿cuánto crees que pueda aguantar así?
Si tan solo con tu gran masa (la clase media era la mayor) hubieras reconocido lo que me corresponde y darte cuenta que, sino actúas, algún día serás igual que yo, un peleador por los mendrugos, ahora no tendrías la incomoda sensación de necesitar voltear a otro lado para no ver mis llagas.
Soy sarna, soy descolorimiento, la resequedad en la boca y la comezón de tu entrepierna. Olvídame y estarás condenado a renacer en mí; ocúpate y podrás tener la esperanza de dormir descansado, con la calma del que pone las manos a la obra. Piénsalo bien, pero piénsalo rápido.