Los señores de la noche.
Parte 1. (continuación).
Centro de Candeler.
El último entró en la tienda de armas.
El último de áquellos de los que decían que lo sabían todo, que estaban en todas partes, áquellos a los que la gente tenía por medio Dioses.
Quién estaba detrás del mostrador sonrió cuando le vió, le conocía desde hacía tiempo.
"Hola, Fayo, ¿ tienes mi encargo ?", preguntó con una voz sombría.
"Claro Kolgois, todo está preparado." Respondió con voz firme Fayo.
"Esta bien, lo llevaré Yó mismo, aún tengo el poder de recorrer los caminos a la velocidad del viento", alegó Kolgois con una pequeña sonrisa.
"Tú siempre tendrás ese poder, tu vida sigue corriendo por tus venas, no dejes que te la arrebaten como a los demas señores de la noche", alegó Fayo, bajando la mirada sobre el mostrador.
"Yó no moriré Fayo, la princesa hizo magia en mi persona, no puedo morir, soy el siervo inmortal de Atenova", contestó Kolgois saliendo de la tienda con la rapidez del rayo.
Fayo se le quedó mirando asombrado y se empezó a preguntar, ¿ El siervo inmortal de la princesa Atenova ?, ¿ por qué no usó esa magia con los demás señores de la noche ?, ¿ por qué con Kolgois ? ,,,,
Castillo de la princesa Atenova.
"Tengo el encargo Atenova", dijo Kolgois entrando en los aposentos de la princesa.
"Hmm, veo que has tardado poco, cómo siempre mi querido y amado Kolgois. Te quiero tanto ... ", respondió Atenova con lágrimas en sus ojos.
"Oh vamos Atenova, no empieces, estoy aquí contigo, tú me salvastes la vida ...", alegó Kolgois acercándose a la princesa y besándola en los labios.
"Si, te la salvé, porque te amo más que a mi vida misma, eres todo para mí, si hubieras muerto, Yó lo habría hecho detrás de tí", dijo Atenova bajando la cabeza y comenzado a llorar.
"Atenova, debes de despertar a los señores de la noche, el rey no tardará en enviar los salvoconductos que nos permitirán salir de aquí y volver a Suvois", dijo Kolgois mientras entregaba un pañuelo a la princesa.
Atenova se le quedó mirando, y trás una corta pausa, se dirigió a un cajón que había en su cómoda, abriendo éste último entregó a Kolgois una llave.
Limpiándose sus ojos con el pañuelo y mirándole fijamente le dijo: "Abre la puerta de la gruta donde están enterrados y espérame allí, he de preparar algunas cosas antes de que pueda despertarlos".
Kolgois sin hacer más preguntas, se puso en marcha hacía dónde la princesa le había ordenado.
Llegado a la citada puerta, introdujo la llave que Atenova le dió y ésta se abrió de par en par, dejando visibles los fenetros de color blanco dónde reposaban los cuerpos en estado latente de los señores de la noche.
Pasados unos quince minutos, la princesa llegó dónde estaba Kolgois, mirando a su alrededor caminó hacia el circulo sagrado. Los fenetros reposaban alrededor de éste. Atenova encendió una vela de color violeta y otra de color anaranjado. Cerró sus ojos y comenzó a clamar algo parecido a un salmo: "Ovridis, Dios de la vida eterna, renueva el poder de los que yacen en su latente sueño, genera en éllos el poder de la mente, del cuerpo y de la inmortalidad. Tráelos de nuevo con nosotros para que nos ayuden a caminar por los senderos de la luz y de la fuerza, Te lo pido cómo tu más preciada sierva, Ovridis Dios de la inmortalidad, escucha mis súplicas".
Trás éllo, la princesa fué rociando con una esencia especial cada uno de los fenetros, un polvo de seda iba cubriendo la tapa de los mismos, un polvo que se iba introduciendo por los poros de la madera de éstos, llegando a cada uno de los señores de la noche.
Cuando acabó de espolvorear todos los fenetros, levantó sus brazos y dijo:" Ovridis, haz que el polvo de seda de gusano provoque la vida, Yó te he guiado con el mismo para que sepas a quién debes de despertar".
Atenova entró en un trance de silencio, Kolgois miraba atónito como las tapas de los fenetros se iban abriendo y el polvo de seda de gusano hacía su trabajo de ir devolviendo a la vida a los señores de la noche, ayudado por el poder del Dios Ovridis.
Los señores de la noche se iban levantando poco a poco, cómo si hubieran estado durmiendo durante unas horas simplemente.
La princesa todavía en silencio, esperó a que todos y cada uno de sus caballeros se hubieran despertado.
Levantando sus brazos, éxalo un humo desde su garganta y dijo:" Bienvenidos de nuevo a mi lado, el Dios Ovridis os ha levantado de vuestro sueño. Le doy gracias en vuestro nombre y en el mio propio por haberos dado la vida y la fuerza en vuestros cuerpos y vuestras mentes. Alabado seas Ovridis hijo de la tabla de los Dioses menores, hágase en éllos según mi voluntad. Cédeme el control total de sus mentes y de sus cuerpos y no permitas que caígan más en batalla, dales ahora la inmortalidad".
Una luz cegadora comenzó a barrer la gruta, una luz que iba dando el poder de la inmortalidad a todos y cada uno de éllos. Kolgois cerró los ojos, así como Atenova, el haz de luz era tal que podría facilmente dejar ciego a cualquiera que lo mirase.
Trás dos minutos que habían parecido una reacción nuclear, la gruta volvió a su oscuridad habitual. Kolgois y la princesa abrieron sus ojos y contemplaron un ejercito de caballeros preparados para cualquier misión.
"Bien mis señores de la noche, comenzad a vigilar cómo siempre lo habeis hecho. De ahora en adelante no temais por vuestras vidas, pues sois inmortales en verdad".
Trás éllo, la princesa volvió a éxalar humo por su boca. Un humo que comenzó a deshacer la madera de los ataudes.
Apagó las velas y salió por la puerta de la gruta seguida por los señores de la noche y en último lugar por Kolgois, quién cerró con llave dicha puerta, guardándose la citada llave a buen recaudo.
Escrito por Carlos Them
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