Déjate perder en el tiempo,
en el crepitar de sus esquinas inconexa,
unión de calles sin nombres,
varados en el viento,
suspirando en el recuerdo.
Déjate perder en la confusión,
que tus sentidos se consuman,
en una lenta y leve obnubilación,
pero no permitas al estupor volverte,
una hoja quebradiza en el suelo.
Déjate envolver en la mentira,
y sollozar en su falda, de mujer vanidosa,
amante cruel que te fustiga entre sabanas,
y tu alma convulsa, en eternos gradientes,
gama de sigilosa oscuridad.
Ya déjate al final perder,
en todos los menesteres de esta vida;
Los pecados, regocijo del ser.
Los infiernos, angustia necesaria del dolido.
La pasión desmedida de la carne.
… y la muerte,
la mujer más bella,
que nos desgarra y nos asfixia,
entre sus senos de incesante voluptuosidad.
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