El guerrero llegó vestido apenas con harapos a las puertas del paraiso. Se había esforzado en defender la causa de los inocentes y sólo conseguido la muerte y el olvido.
Con él estaban el médico contagiado fatalmente de ébola en Africa; el corresponsal que pretendió publicar la muerte de mil personas por no ser de la etnia dominante; el diplomático que denunció los tráficos de armas de sus país y la abogada que apadrinó a los contaminados con cianuro por las mineras.
_Reclaman el paraiso?__ Preguntó el portero, acodado en el mostrador de la recepción.__ Porque Dios no ha venido y creo que hoy no da audiencias.

El grupo se le quedó mirando y sólo la abogada tomó la palabra.

__El paraiso?. No gracias, en realidad ya lo perdimos. Sólo veníamos a pedir algunas explicaciones y, si no le molesta... Estamos dispuestos a esperar.