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Era un domingo por la tarde y pronto se completaría el segundo día de encierro. Para mí, más que una actividad, una rutina. Acostumbrado al olor del aire preso y a una mente que gira alrededor de un mismo sol. Escondiéndome de algo, de alguien. Tal vez del frío que azotaba la oscura ciudad de Santiago, o simplemente de una fotografía llena de melancolía. De repente, el sonido de una canción que había escuchado antes y automáticamente el triste recuerdo de una despedida que aún no supero. A pesar del dolor que me causó escuchar la melodía, corrí al mundo donde todo lo encuentras, la busqué y no dejé de escucharla por el resto de la tarde y noche. Así, me percaté de que estaba contento con mi vida aunque a otros no le gustara. Qué triste es que el mundo no sea como uno quiere, y que uno no sea como quiere el mundo. Que la gente no hable cuando uno quiere, que no llueva cuando uno quiere, que la gente no sonría cuando uno quiere, que la gente no llore cuando uno quiere. Qué frustrante es no poder ser Dios, qué frustrante es no poder ser otra gente, qué frustante es no ser uno mismo. Ese domingo por la tarde tomé un computador y escribí sin temor de ser callado. No había crítico, ni amigo, ni viejo maestro de literatura, política, o cualquier cosa que hiciera pedazos lo que estaba escribiendo. No estaba en papel, era simplemente una imagen. Por momentos, pensé que no había escrito nada, y solamente había soñado. Me frenaba solo para editar un poco y cada vez que la canción terminaba. No podía escribir sin esa canción de fondo. Estaba solo y no quería que nadie se acercara. Tengo la sensación que cuando la gente me ve solo se asusta. Tal vez creerán que voy a perder el color de la piel, o simplemente no comprenden que la soledad es necesaria. Qué triste es no ser como quiere el mundo. Por dentro, me gustaría no estar escribiendo y estar afuera, riéndome con naturalidad, mejor aun, con otras personas. Me gustaría hablar y ser interesante. Pero no, estoy acá, casi al final de un segundo día de encierro, escribiéndole al viejo amigo viento. A un público inexistente. Creyéndome el centro del universo y viviendo como tal. Creyéndome mis filosofías que no son nuevas, ni tampoco mías. Solamente existiendo y mejor aún, sobreviviendo. |
Texto agregado el 13-07-2009, y leído por 64 visitantes. (0 votos)
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