Receta de arroz

Hacía más de seis años que tenía las intenciones de casarse y a falta de novio, se dedicaba a buscar de boca en boca, el beso que le ofreciera permanencia vitalicia.
Fue así como un lunes en clase de literatura vio llegar un par de labios que le indicaron camino e intenciones de permanencia. Se enamoró, aunque se tenía miedo a si misma, se confió de su boca, esa boca que en un beso le demostró más que cariño, más amor que nada.
Conforme pasó el tiempo, se dedico a repasar con la yema de sus dedos el cuerpo que acompaño a la boca de ese que la amaba con locura, se dedico a guardar en su mente el cuerpo de él en el tacto, para saber siempre como le sería el cuerpo de él en la juventud.
No dejó que el reloj de la gran avenida continuara marcando más horas cuando supo, a los 9 meses de pololeo, que era con él con quien prefería quedarse, a dejar de saltar de boca en boca, solo le dijo acepto y dejó guardado los deseos de ser feliz y cumplir con el sueño, y es que a los treinta y dos años la vida es una sola y es preferible vivirla nada más.
Así fue como un par de meses después se ponía nerviosa unos guantes de satín de un color perlado, una pregunta le revoloteo en la cabeza.
-¿Mami, como lo hiciste tu? ¿Cuál es la receta? ¿La receta para el matrimonio feliz?
El silencio rodeo la habitación y solo tic-tac del reloj se oía, la madre no dijo palabra cerro un poco los ojos y luego sonriendo le contesto.
- Cuando estaba casada, a tu papá le gustaba comer arroz con huevo frito, aunque no era la mejor comida de la tierra, para él era manjar de dioses. Yo no sabía mucho de la cocina y quise prepararle su famoso platillo especial, durante una semana, quemé alrededor de cuatro kilos de arroz en diferentes ollas arroceras, nunca me quedo rico, solo un par de años después y con mucha paciencia logre llegar al punto en que el arroz me quedaba graneado y rico, listo para poner el huevo al lado. Recuerdo que lo intente de muchas maneras, he incluso variando las cantidades de todo, probándolo de sal y de condimentos pero solo el tiempo me dio la experiencia que necesité para que el arroz me quedara bien.- Dijo mientras perdía la mirada en los recuerdos y agregó. -Hija, lamentablemente no te puedo dar la receta para el matrimonio feliz, pero si te puedo dar la receta para el arroz.

Ella no dijo nada solo se sonrió, se puso los guantes y se fue a la iglesia del brazo de su padre, se casó, y al salir de la ceremonia entre los vítores; “que vivan los novios” y el arroz por los aires su madre se le acerco, la abrazó y le dijo:
-Hija, no tengo la receta, pero acá tienes un comienzo.- Poniéndole un puñado de arroz en la mano.