Que hablen por mí, mis zapatos y mi ropa el día en que me lo pregunten.
Que hable el color de mi cabello y las arrugas de mi rostro, en la época en que me lo pregunten.
Que hablen por mí, mis amigos y familiares, mis compañeros de trabajo y mis enemigos cualquier día de estos.
Pero que no hable por mí mi propia voz, porque desataría el infierno que traigo dentro, porque los que dicen conocerme y amarme me odiarían y tendrían miedo de mí.
Texto agregado el 12-07-2009, y leído por 65
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