Y las manos en la nuca
nunca nos hicieron
temer, las
caras mirando al suelo
nunca dejaron de
soñar, los ojos
enrojecidos por el
llanto y por la muerte
nunca dejaron de mirar,
en sueños, un
mundo mejor,
y aun así,
aunque el silencio
se coló en las voces
de muchos, siempre
esperamos,
aquí, en el
pueblo de cemento,
en el barrio, con los
amigos y los
parientes,
que eramos capaces
de lograrlo todo,
porque en las manos,
atadas, quedaban aún
los secretos de la
sonrisa que esparcia
nuestra verdad...
... Nuestra vida llena
de desaire, algún día podrá
volver a hablar.
Y no importará que me miren de reojo, siempre alzaré la vista, para encontrar a mis compañeros... |