Luego de tanto tiempo se había decidido. Sí, y era la decisión más importante de su vida, lo sabía. Es que este último tiempo había sido el más maravilloso entre sus brazos, esta especie de relación abierta en la que los dos sabían que existía un pacto de fidelidad y un amor infinito que no podían eludir. Es que esos cinco años de relación habían desgastado el amor, pero estos últimos meses, habían otorgado ese encantamiento preciso que lo hizo decidir por fin. Lo sabía, ella era la mujer de su vida, eso que llaman, la media naranja. Y allí estaba esperándola, en el lugar de siempre, con el celular en una mano, para no olvidar la hora, y en la otra, aquella cajita de terciopelo azul, que portaba el anillo que comprometía un futuro eterno, felices y juntos. Pero era extraño, ella nunca se atrasaba, siempre fue tan estrictamente obseza con la hora que le parecían increíbles esos diez minutos de retraso. Decidió ir a comprar unos cigarrillos, y volver, siempre apretando entre sus dedos la cajita de los futuros sueños, y de la decisión. De vuelta en la esquina pasaron cinco, diez, quince, veinte minutos y de pronto, el celular:

-Alo
- Disculpe, ¿Señora María Pérez?
- Sí tía, soy yo, El José, ¿Qué pasó?
- La estamos llamando de la quinta comisaría de Santiago.
-¿cómo?, tía, ¿usted está segura?
- Lo que sucede es que su hija, ¿Camila Cifuentes?
- Sí, si, yo me juntaría con ella ahora.
-Bueno, su hija sufrió un accidente grave, y...bueno ella no sobrevivió y en este minuto se encuentra en la Morgue.
- Sí, gracias tía, voy para allá, espéreme....

Y la cajita azul rodó por el suelo, al ritmo en que caía la primera, de muchas lágrimas, por su rostro....