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La virtud del coleccionista
Fue dejando algunas palabras a la orilla, guardándolas por considerarlas demasiado importantes, reservándolas para la ocasión que realmente las mereciera, evitando mancillarlas y así no perdieran su valor.
Poco a poco se convirtió en un mudo selecto, abstemio de frases tantas veces repetidas, entendiendo que este celibato voluntario honraba su significado. Luego extendió el criterio a las ofensivas, las groseras y malsonantes, impropias de su nueva posición alcanzada, convencido que enaltecía su virtud, la rigurosidad y severidad aplicada.
Comenzó a olvidar como se escribirían, las cuerdas vocales desarrollaron unas callosidades que dificultaban ciertas sílabas. Huraño de su pureza, orgulloso de su austeridad, la avaricia fue llenando un muestrario, donde las clasificaba para el momento oportuno, en perfecto orden alfabético, atadas en montoncitos sujetas por un elástico. En secreto las lustraba, las recontaba, tras el nuevo inventario la satisfacción crecía a medida que agigantaba la colección.
Regresó el tiempo de los amores y cuando sucedió la oportunidad, acudió urgente a desempolvarlas. Separó las que necesitaba, las encontró cubiertas de una película de moho, unas con sólo tocarlas se le deshicieron entre los dedos, no llegaron más allá, las restantes simplemente no permitieron ser pronunciadas, se les atravesaron, provocándole una obstrucción, poco faltó para la asfixia.
El médico torció el gesto, observando la radiografía de su laringe a contraluz, diagnosticó “podredumbre del aparato fonador”, ni sospechaba del cáncer de estupidez que le había crecido en su cerebro. |
Texto agregado el 30-05-2004, y leído por 727
visitantes. (12 votos)
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Lectores Opinan |
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24-11-2006 |
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El cuento me parece magnífico. Bien redondito, con un bocadito final maravilloso. Y una reflexión impecable. Con esa naturalidad tan particular que te caracteriza. Peeeero, ¡qué se yo!...me gusta tanto el silencio. OliveriaVol_II |
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30-01-2006 |
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Las palabras pueden ser armas o plumas, caricias o golpes, castigos o premios. Las palabras justas son las que enmarcan en luz a quien las pronuncian. Es necesario saber usarlas, no escatimar las que podrían embellecer cualquier relación, porque... qué daño hacen cuando no se pronuncian a tiempo. ***** neus_de_juan |
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29-11-2005 |
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me gustó, muy ingenioso daniella |
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17-03-2005 |
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Hemano... como describir esto? Usted definitivamente se anota cada vez más puntos. No se requiere más que una buena lectura en sus textos de vez en cuando para saber que la tura se enaltece cada vez más, que no ha muerto y no morirá si no la dejamos. ades_io |
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17-03-2005 |
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Hemano... como describir esto? Usted definitivamente se anota cada vez más puntos. No se requiere más que una buena lectura en sus textos de vez en cuando para saber que la tura se enaltece cada vez más, que no ha muerto y no morirá si no la dejamos. ades_io |
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12-01-2005 |
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Cáncer de estupidez! por desgracia la tacañería lleva casi siempre a eso, me ha gustado mucho, y desde luego a ti no se te apolillarán las palabras. Espero seguir tu ejemplo y que a mi tampoco se me atraganten jamás para poder decir siempre lo que siento ondina |
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24-12-2004 |
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Impresionante. Leer cosas así le dejan a uno sin palabras. ¡Espero que eso no sea un síntoma de cáncer de estupidez! Felicidades. jau |
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23-09-2004 |
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Jarr, dí con tu texto de casualidad...¡vaya sorpresa! qué bueno es; una historia inocente pero hablar de una triste realidad, me gustaron mucho las imágenes que creaste, ese señor guardando palabras en montoncitos, un tacaño en palabras que casi termina asfixiando por no haberlas usado en su momento. ***** mi_mundo_paralelo_y_yo |
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31-08-2004 |
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Soy nuevo aquí. Una amiga amable (Ana) me ha guiado hasta ti. No resulta fácil encontrar, en este tipo de páginas, textos de tanta calidad.
Tu cuento me ha hecho reflexionar: el coleccionista (creo que yo también lo soy en cierto modo) se limita, ignorante... y aspira a lo imposible, pues toda colección es incompleta.
Enhorabuena. akim |
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15-07-2004 |
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Cáncer de estupidez por dejar de usar las palabras... claro, porque las palabras, para que sean de verdad palabras, necesitan del aliento vital que se les da al usarla. Fíjate sino en cualquier diccionario: hay allí siempre alguna palabra que huele a naftalina, que está a punto de morir, que sobrevive gracias a esa acepción que, falsamente, la mantiene con vida. Pero es que, además, el ser humano, para serlo, necesita de las palabras. Como los árboles que primero devuelven oxígeno y después carbono en un ciclo vital que sostiene cielo y tierra, así las palabras pronunciadas completan el circuito y, viviendo ellas, nos hacen sobrevivir. Estupendo relato, tocayo! ;-) moebiux |
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12-07-2004 |
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A tí no se te apolilla ni la humanidad grande que llevas ni las palabras para expresarla. maravillas |
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03-07-2004 |
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¡Al que le caiga el sayo que se lo ponga! Yo lo tendré muy en cuenta. Narración impecable y reflexión, para quedarse pensando, sobre el lenguaje, la comunicación, la palabra y el diálogo que une, une y siempre une. Hay Mudos y mudos, por ejemplo está el Mudo de la "Docta Ignorantia", el mudo de la Avaricia, el mudo del Ególatra que solo se puede escuchar a sí mismo. El primer párrafo, para mí, modestamente, es de antología. Una interesante introducción para una Colección de mudos. Mis estrellas, buen amigo. Y gracias por compartir el texto. islero |
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10-06-2004 |
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Algunas malas lenguas dicen del mal de ojos, de que las caries implican bloqueos emocionales, etc. etc. pero tú nos traes una sabiduría que habla con voz propia, más allá de habladurías y anécdotas: la del lenguaje olvidado del amor y la comprensión...la del lenguaje empático y digno, libre de farsas y sarcasmos dolientes...Nos humillas con la sutil exposición de un altivo y orgulloso pendenciero que a base de autolimitarse al uso por su arrogancia...consigue inundar de malos humores sus interiores. Pero en esta alegoría nada parece lo que es y al revés...Tu demanda será escuchada por quien tenga oidos para escuchar y no solo para oir...Buenísimo el relato. Un abrazo. LoboAzul |
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09-06-2004 |
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Qué bello cuento, Pedro. El que guarda palabras reprime sentimientos, y los sentimientos tienen fecha de caducidad. juanrojo |
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07-06-2004 |
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Siempre he creido en la magia de las palabras. Ellas eligen, se mueven, vuelan y entierran. Dibujan y te sonríen...o te odian. Gracias. Es un texto magnífico. Arrolla... anapolar |
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07-06-2004 |
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Tomas una idea fantástica, y le das un tratamiento tan natural ... que parece que fuera posible eso de ir reservando las palabras para "mejores" usos. La prepotencia en el lenguaje oral, supongo, o el lenguaje como fin en sí mismo, cuando yo creo que el lenguajes no es más que un medio, un instrumento, magnífico, eso sí, del que debemos hacer cuanto más uso mejor. Dije ya que me pareció estupendo? luna-lunera |
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30-05-2004 |
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Ay Pedro! Es excelente. La idea, la forma de contarla, si hasta se ve el personaje con las palabras deshechas... Y el final es increíble. Un beso enorme y una felicitación igual. MCavalieri |
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30-05-2004 |
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¡ MUY BUENO!.
ME PARECE UNA BUENA CRÍTICA A LA FALTA DE COMUNICACIÓN DE LA GENTE. JOBAR |
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