desprevenido de jactarse
de su ser, de sus manos
cercenadas, de sus pechos
insolentes, y curiosa la
pierna se enrrolla entres
los brazos
del amante...
... Y ahí solloza el
perdon que nadie pudo
contener, ahí
es capaz de entregar un poco de si,
ahí es donde, diminuta la
mano,
manifiesta el mordisco del
arrullo postumo.
Tristeza, y gotas inmensas de arboles pesados...
Texto agregado el 09-07-2009, y leído por 101
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