Toda la aldea conocía ya la desventura que pesaba sobre la niña que, ajena a todo, permanecía sonriendo sobre mi regazo; las huestes del emperador llegarían pronto para llevársela, tenía que decidir donde esconder a Katia del mayor poder desatado por el hombre desde que el mundo lo fue, derepente, la niña musitó: " tío Zsoldan, creo que deberíamos marcharnos".
Siempre supe, por motivos que iré enumerando, que aquella niña dominaba el arte de la magia como si de cualquier otra habilidad se tratase, por ello era tan temida, por eso El Emperador estaba dispuesto a acabar con ella. Pero esa niña tenía que llegar a los 21 inviernos a cualquier precio, esa era mi sagrada misión, y lo fue también de mi padre y de mi abuelo y de todos y cada uno de mis ancestros, hasta el primero de ellos.
Hace, mucho tiempo, tanto que la tormenta del tiempo ha convertido en cenizas cualquier resto tangible, incluso las montañas Sargatas, una niña nació en un pequeño valle al oeste de esas mismas montañas. Sin nadie saber como, en el justo instante en que abría los ojos por primera vez a la luz, abría también la boca para decir: “… Creo que deberíamos marcharnos…” Libro del Origen.
Lo que ninguno de mis ancestros, hasta llegar a mi abuelo, supo nunca, es que la niña había nacido en la séptima hora del séptimo día del séptimo ritual druida, en el sétimo mes del séptimo año de nuestra era, hace 7777 años lunares. Por tanto, era receptora del poder que devolvería el equilibrio natural a sus legítimos dueños, nosotros, los Druidas. En el primer intento El Emperador, consiguió truncar el destino, pero esta vez no sería así, mi clan llevaba toda la eternidad aprendiendo, para cuando este momento llegara, la niña, por el momento estaba a salvo.
Vul Darken, mi mentor, el que descubrió de donde emanaba el poder de la niña, el único enemigo digno que había tenido el emperador había muerto hace ya demasiado, y ahí estaba, yo, zarandeado por los vientos de mi destino y único hombre en el mundo capaz de lograr que la niña sobreviviese, los acontecimientos que se desarrollaron posteriormente me dieron una ligera idea de cuan alto iba a ser el precio que Katia y yo mismo, pagaríamos por ello…
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