Hace unos días el cortinado biombo que separaba el día de la noche cayó...ahora, inconsciente e irracional no puedo distinguir entre uno y otro, creo que debería comprar una buena agenda.
Con este pensamiento empezaba un nuevo día de esta vida tan armoniosamente desorganizada. Huelga decir que me costo mucho más organizarla de lo que me costo ponerlo todo patas arriba, desaparecidas ahora las restricciones autoimpuestas y las otras, el mundo se presenta como una tienda de caramelos ante los ojos de unos infantes recién salidos al recreo.
Y desde la torre que he construido, en la que muy pocas cosas me afectan, me he debatido entre la seguridad del pasado y el desconocimiento del futuro sin tener demasiado en cuenta lo que debería preocuparme, el presente inmediato.
El presente inmediato, aquí te pillo, aquí te mato. Preocuparse, únicamente, por el presente ofrece, al menos, una ventaja. No hay que planificar nada, absolutamente nada, es más, la frase “…esto no es lo que había planeado” pierde su sentido y con su sentido, pierde también la carga negativa.
Volvamos pues al tema de los caramelos, o lo que es lo mismo, ¿Cómo elegir sin tener para nada en cuenta, ni las experiencias pasadas ni las posibles consecuencias futuras? Pues sinceramente no lo se, ni me importa y he ahí la paradoja, creo que mientras me planteo estas preguntas no estoy haciendo sino contradecirme, así pues imagino que realmente, no estoy tan mal, todavía y cuando finalmente lo esté me importará bien poco.
Así pues, por el momento, mi conclusión es que las cosas son como son y como yo las vea importa una mierda, cuando empiece a llover espero conservar aún, algún lugar cálido en el que resguardarme.
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