...la casa estaba silenciosa. miré las paredes llenas de cuadros antiguos. vi un baño en una esquina de la sala. caminé hasta acercarme para luego entrar sin temor. abrí mi bragueta e hice la pis... era el único sonido de la casa, al menos dentro de ella... recordé el cuento de la ballena tragándose a un hombre. suponía sentirme dentro de aquel cetáceo... salí del baño y alucinaba ver las costillas de la ballena, basura por todos lados, agua salada con restos de animales, deshechos en general... vi en un rincón un pedazo de carne. la cogí y la tragué... sabía salada y fea... estoy dentro de una ballena, pensaba. de pronto escuché el sonido intenso de un timbre. las paredes de huesos y carne mutaron por la hoz de la realidad... paredes llenas de cuadros y el baño que sonaba por el agua del grifo hasta limpiar el bidel.. caminé hasta llegar a la puerta y la abrí. un niño vestido todo de rojo y negro entraba a la casa sin decir una sola palabra, luego una mujer muy alta y hermosa y elegante, seguía sus pasos, diciendo: cuidado que rompas los cuadros... pasó por mi lado y me dio un piquito en los labios... no recordaba haber visto a semejante mujer... la seguí y vi que entraba a uno de los elegantes cuartos. se echaba de piernas abiertas sobre la inmensa cama y con los ojos entrecerrados me llamaba con una mano: ven, ven, ven... mientras empezaba a quitarse las ropas... tuve temor, mucho temor, no recordaba a semejante mujer... salí del cuarto, luego de la casa y ya en la calle, volví la mirada... las luces de aquella casa estaban brillando intensamente. escuché voces dentro. sabía que eran del niño y de la bella mujer. me acerqué y miré por una de las inmensas ventanas... allí estaba un hombre, creo que era yo, o al menos uno muy parecido, echado en la cama con la mujer mientras el niño miraba oculto en uno de los guardarropas del cuarto... me fijé en el niño y recordé... era mi imagen de niño, muy parecida... sonreí cuando vi que el niño me miró a los ojos con gran intensidad... quise correr, pero sus ojos mandaban mi voluntad. pasé por donde estaba echada la pareja y entré al guardarropa. el niño seguía ordenándome. alcé las manos. como asustado por mi destino cuando vi que mi cuerpo empezaba a esfumarse y sumergirse en un libro de historia de ballenas y mares que tenía el niño bajo el brazo... y sí, de nuevo dentro de las fauces de la querida ballena...