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La compañía disquera “SUEÑOS S.A.”, recibía diariamente los CDS demos de cientos de jóvenes autores. Pero un día, llegó un anciano, de méndigo aspecto y con facha de mendigo, llevaba bajo un brazo un montón de papeles y una bolsa de plástico con varios cassettes, bajo el otro brazo llevaba la axila.
Entró en la compañía y pidió hablar con los ejecutivos. Como la secretaria lo vio tan andrajoso, pensó que seguramente pediría dinero, así que lo hizo pasar inmediatamente a la oficina central, donde estaban los más altos ejecutivos y algunos de un metro cincuenta.
El anciano entró y se sentó poniendo las hojas y los cassettes en la mesa.
“Vengo a mostrarles mi obra, que he tardado treinta años en escribir. Es una sinfonía en fu minúscula, para setenta intérpretes y misma cantidad de instrumentos. Traigo las partituras y las grabaciones, pero como no conozco ningún músico que quisiera interpretarla, lo hice yo mismo, por eso traigo un cassete por cada instrumento.
Puso el primer cassette en una radio vieja que sacó de su bolsillo y lo puso. Los ejecutivos se acomodaron en sus asientos. No se oyó nada durante cuarenta minutos, hasta que sonaron unos acordes de algo que parecía ser una trompeta.
“Es que no tenía instrumentos, así que los fabriqué yo mismo”, explicó el anciano. “Está es la parte de las trompetas, pero después las tocarían trompetas de verdad”.
Los ejecutivos asintieron y el viejo puso otro cassette. Media hora después de silencio, se oyó algo como un tambor.
El viejo explicó que si se escuchaban todas las cintas juntas al mismo tiempo, se podría entender mejor la obra. Así que bajó al primer piso y le pidió a todas las personas un personal estéreo con casetera. Consiguió treinta. Como le faltaban cuarenta, subió los veinte pisos del edificio pidiendo a todos un personal estéreo con casetera, cuando llegó al último piso y No había nadie más, tenía sesenta y dos personal, así que bajó hasta la calle y le pidió a los que iban pasando que le prestaran los suyos.
Llegó con los setentas personal y los puso en la oficina, con un cassette dentro, después buscó piso por piso los parlantes de todos los computadores y los conectó a los personal estéreos.
Comenzó a ponerles play a todos en orden y los ejecutivos escucharon la más grande obra realizada desde que la música fue inventada. Luego de tres horas y cuarto, tomaron las partituras y salieron de la oficina, despidiéndose del anciano y diciéndole que “cualquier cosa lo llamamos un día de estos”.
El viejo tomó los setentas parlantes de computador y los devolvió a los oficinistas, luego devolvió los sesenta y dos personal estéreos del edificio y fue a la casa de los ocho que se los habían prestado en la calle. Llegó a su casa y se recostó, sonriendo, mirando el teléfono cada instante hasta que se durmió.
Al otro día, en las oficinas de "SUEÑOS S.A.", apareció un joven con un CD y dijo que quería que lo escucharan. Entró en la misma oficina y vio a los mismos ejecutivos en los mismos asientos y en la misma mesa. Puso el disco en un equipo de última generación y le dio play.
Un montón de ruidos agudos que peleaban con los bajos y una mezcla de ruido blanco llenó la oficina. Dos minutos después, terminó y el joven sacó el disco y lo guardó.
Un ejecutivo se levantó. “¿Cuándo hizo usted eso?”, Preguntó.
“Ahora en la mañana”, dijo el joven, “estaba aburrido y lo grabé en el computador para probar un programa de música que no sé como se usa”.
“Es algo vacío”, dijo uno de los ejecutivos. “Y sin sentido”, dijo otro. “Además no tiene ritmo ni atributo alguno”, dijo un tercero. “Pero podemos arreglarlo, volverlo repetitivo y pegajoso”, apuntó otro ejecutivo. “Entonces, haremos diez mil copias el fin de semana, con un gran lanzamiento en el teatro de bellas artes”, dijo el director general de la compañía.

Treinta años después, aquel joven era ya un hombre rico, muy rico, y su fortuna la había invertido en discotecas y mujeres y autos y posters de grupos sound. Ese día fundaba su propia casa discográfica. Ese día, en otro lado de la misma ciudad, un anciano moría, sonriéndole al teléfono porque quizás era ese “un día de estos”.

Texto agregado el 06-07-2009, y leído por 177 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
06-07-2009 que ternura, cuando lo leí,me recordó a una amiga Queretana que redacto una novela y la tituló hasta el año que viene. Es bello y tierno tsubasa
 
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