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Inicio / Cuenteros Locales / SANCHAPPELLETTO / Codicia y cotilleo

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Era un domingo de un cálido verano. Aquella mañana me desperté con una rara sensación. Al levantarme, me asomé a la ventana ya abierta por el calor de la noche anterior, y una ligera brisa hizo brotar en mí unas ganas de ir a dar un paseo por la ciudad. Me arropé sin dar mucha importancia a la elección de lo que me ponía. No pasó mucho rato que ya estaba andando por la calle. El cielo estaba cubierto, pero sentía que iba a despejarse.
A lo largo de una hora, me detuve para mirar el río que nunca había visto tan lleno. De repente, me di cuenta de que alguien sentado debajo del puente se había fijado en mí. Me acerqué haciendo como si nada, intrigado por su persistente mirada. Era una mujer que a primera vista aparentaba unos cincuenta años. Me sonrió como para invitarme a una charla. A juzgar de la ropa que llevaba puesta tenía que ser una mendicante, y probablemente ese puente era su casa desde mucho. Sin embargo, no daba la impresión de encontrarse en un estado de desagrado, sino de bienestar. La luz que veía en sus ojos mostraba absoluta tranquilidad.
–Me acuerdas mucho a tu padre –dijo mirándome.
–¿Conoce a mi padre? –contesté atónito por la pregunta inesperada.
–Sí, claro. Conozco a tu padre desde mi infancia. Ha sido uno de mis mejores amigos. Me daría mucha ilusión verlo de nuevo. ¿Pero tú... lo ves, de vez en cuando?
–No, ni siquiera sé donde está. Por decir la verdad, no es que me importe mucho. Se fue como un cobarde cuando yo era sólo un niño.
Vi a la mujer enojarse bastante al oírme hablar así de mi padre.
–Oye –dijo ella para que no siguiera.
No deberías hablar así de tu padre. Él fue obligado a irse. Probablemente, no sabes lo que ocurrió de verdad. La situación que se le había creado contra se había hecho insostenible. Sufría insultos y amenazas por parte de toda la gente del barrio, y sin haber hecho nada para merecerlo. Tu padre fue la víctima de unas mentiras brotadas por envidia de alguien; y en cuanto a ti, si no hubiera sido por tus abuelos, te habría llevado consigo.
–Pues, eso yo no lo sabía, puede que me hayan escondido algunas cosas que tenía que conocer. Lo que sé, es que yo lo he pagado muy caro, y todavía sigo pagando; crecí sin padre y sigo viviendo sin ello. Pero, cuéntame lo que pasó de verdad.
–Vale. Pues, escúchame:
Acaso no sabes que hace años en el barrio donde vives, al contrario que ahora, éramos todos amigos. Vivíamos modestamente y nos ayudábamos el uno con el otro; pues, una verdadera comunidad feliz. Eso hasta que un día, la suerte quiso que yo heredase un montón de dinero por parte de un tío lejano que nunca había conocido. La gente se enteró de eso, y cambió su actitud hacia mí. No pasaba un día, sin que alguien me pidiera un préstamo para invertirlo en negocios muy provechosos. La paz en mi vida ya era un sueño. Me atormentaba día y noche pensando en ese enorme patrimonio que día por día estaba cambiando mi vida, y yo con ella. Me conocían como la más generosa del barrio, y cuando tuve la posibilidad de demostrarlo de verdad, no sabía como actuar. Algo en mí me decía que dividir el dinero con esa gente, que ya no podía aguantar, no era de ninguna manera una buena idea.
Un día pedí auxilio a tu padre. Él había seguido a portarse conmigo igual que antes. Al pedirle consejo se puso perplejo. Se quedó callado ante mí un rato hasta pedirme tiempo. No sabía que decir. Tenía que pensarlo bien.
A lo largo de unos días, vino a visitarme y me regaló este antiguo libro, diciéndome que lo leyera con atención para encontrar en ello el auxilio que buscaba.
A este punto la mujer dejó de hablar, me mostró el libro y me lo puso en mano. Le di un vistazo parándome en una página en la que estaban subrayados unos reglones que leí con curiosidad:

– LA FELICIDAD DE LOS DEMÁS ES TU FELICIDAD.
– TU APEGO AL DINERO ES TU MALDICHA.
– TU ALTRUISMO ES TU LIBERTAD.
– TU EGOÍSMO ES TU CÁRCEL.
– TUS ACCIONES DE AHORA SON LA CAUSA DE TU PORVENIR.

Esperó con ansia que le devolviera su libro como si no pudiera prescindir de ello, luego volvió a contarme lo que ocurrió sucesivamente:
–Leí este libro muchas veces antes de tomar una decisión sobre como habría podido actuar para dar un cambio definitivo a esta situación. Al final, me di cuenta de que el problema principal no era la gente a mi alrededor, pero era yo que, cegada por el asunto de la herencia, había cambiado en el peor de los modos mi forma de ser. Había brotado en mí un apego al dinero que nunca hubiera imaginado la existencia. Entonces, me decidí a deshacerme de mi riqueza donándola a varias asociaciones humanitarias, y tu padre que tenía varios amigos en esas, me aconsejó algunas. Cuando la gente se enteró de como había desperdiciado el entero patrimonio, se armó un cotilleo general sobre esa cuestión. Nadie creyó en serio que el dinero hubiera sido donado en beneficencia, es más, la mayoría se convenció de que tu padre, que fue visto hablar conmigo en esos días mucho más que de costumbre, había aprovechado de la situación para engañarme y hacer negocios a escondidas. Ésta fue la razón por la que el barrio entero se levantó contra él. Tu padre intentó con todas las razones del mundo a defenderse de esas calumnias, pero como ya sabes, cuando a la gente se le pone algo en la cabeza, quitárselo es muy complicado. Incluso yo intenté convencer, por lo menos, a nuestros amigos de que todo eso era un malentendido, pero ninguno quiso escucharme.
Tu padre se desanimó bastante por lo sucedido. Durante varios días no quiso hablar con nadie. Reflexionó mucho sobre la situación, hasta convencerse de que no podía quedarse aún en el barrio. Imagínate si un día, tus amigos y las personas, que han confiado en ti durante toda una vida, te acusaran injustamente de estar metido en un hecho en el que no tienes nada que ver, es más, sabiendo que esas injurias nacen por la envidia de ellos mismos, por no haber sido involucrados en el mismo hecho del que te acusan estar metido.
Su deseo, era que sea tú que tu madre os fuerais con él, pero tus abuelos no se lo permitieron, así que salió por su cuenta; y si nunca ha vuelto para verte, puede que todavía no haya logrado quitarse de la mente aquella terrible humillación.
Bueno, ahora sabes todo lo que le pasó a tu padre. En cuanto a mí, en cambio, ahora ya vivo en las afueras de la ciudad desde hace muchos años. Duermo en el centro de acogida para necesitados, donde trabajando consigo el mínimo indispensable para vivir. Me gusta mi trabajo. No puedes ni siquiera imaginarte el placer que se prueba ayudando a los demás. Al verles en la cara esa expresión de agradecimiento, por la que uno se siente plenamente apagado. Tal vez estarás pensando que hice una necedad deshaciéndome de todo aquel dinero, pero aunque parece extraño, yo nunca he añorado mi decisión de antaño. Aunque lo siento mucho por lo que le pasó a tu padre, yo ahora vivo en paz con mi misma, y con eso lo tengo lo suficiente para ser feliz. No sé cuanta gente podría decir lo mismo. A lo mejor puede que en tu caso sea así, eso tendrías que pensarlo bien.
Dejó de hablar dejándome con esa duda, y se fijó en su amado libro. Me volví para dar un vistazo al campanario. El tiempo había transcurrido muy rápido, y estaba en retraso por el almuerzo. Además había despejado y hacía mucho calor. Tenía que volver a casa. La agradecí de todo, y me largué meditando en todo lo que me había contado.
–¿Es posible pasar de pobre a rico de un golpe y permanecer lo mismo de antes? y ¿habrá merecido la pena deshacerse de tanta riqueza para guardarse de la codicia de la gente? –pensaba en lo que habría hecho yo en su lugar. A veces creemos saber lo que haríamos en lugar de otros; pero si nunca hemos vivido experiencias iguales, nuestra opinión resultaría, sin duda, algo superficial; porque uno no puede conocer con certeza su reacción ante una determinada situación, hasta que él mismo no se encuentre efectivamente ante esa.
Entonces volví a pensar en mis asuntos, y se me ocurrió una frase que había leído en el libro: "tus acciones de ahora son la causa de tu porvenir". Por fin se me esclarecieron las ideas. Sabía lo que tenía que hacer, y que nunca había considerado. Hacía falta actuar enseguida para conseguir un cambio hasta aquel momento inesperado, o sea, reconciliarme con mi padre. Porque aunque seguía pensando que él no había actuado correctamente conmigo, eso no quería decir que yo no hubiera podido actuar de otra forma con él; y tuve que leer unos reglones de un libro, a mí llegado por destino, para quitarme unas dudas que de siempre llevaba en la mente; y ya que libre me encontraba de esas, algo importante lo tuve muy claro, o sea: que si uno quiere que se produzca un cambio significativo en su vida, no debe esperar que eso ocurra por su cuenta, más bien, él mismo debería actuar para que eso suceda, y eso es lo que yo habría hecho muy pronto.

Texto agregado el 05-07-2009, y leído por 74 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
08-02-2011 excelente reflexión.Siempre tendemos a dejarnos llevar por los deseos de los demás.En cuanto al texto deberías corregirlo,sin sacarle el mensaje y la reflexión,hacerlo cuento y cambiarle el final.Esta muy bueno el contenido. Ya sabes que si queres te puedo ayudar,aunque no es que yo sepa mucho huanel
 
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