Dos estudiantes de cine, Rocío y Sabrina, están filmando metidas en el transito, nada menos que montadas sobre ruedas de patines, usando la calle como pista donde hacen tomas de imágenes extravagantes en velocidad.
Hay que tener coraje para meterse entre los autos, pensó el conductor de anteojos que circula por la derecha. De pronto se escuchó una frenada, y Rocío se subió al capot, ahora si rodando por la superficie, volando por el aire, sin que ocurra nada malo. Finalmente le hicieron un reportaje al contribuyente, quien aun, pobre iluso, no sale de un estado de pánico que lo sume en una profunda regresión, que lo hace parecerse a un tonto ante las cámaras.
Quedaron por la noche repitiendo la escena de buscar transgredir el arte del cine, realizando un cortometraje erótico entre algunos amigos.
Al otro dia prepararon el almuerzo haciendo una nueva sesión de cámaras. Ocultas detrás del tercer ojo llenaron la casa de humo de hamburguesas e intentaron hacer propaganda de la comida chatarra.
Finalmente por unas pocas líneas de temperatura, que tuvo Sabrina, quedaron en la clínica en larga espera en busca de antivirales; pero de paso filmaron el drama de esta cruda realidad que es padecer la gripe hoy día. Por fortuna no hubo que lamentar contagio, solamente algunas líneas de temperatura.
Pero de este cortometraje en especial obtuvieron un merecido reconocimiento, que luego se tradujo en excelentes calificaciones, becas para conocer otras culturas y actualizar el conocimiento.
De allí pasaron a consagrarse como documentalistas, consiguiendo hacerse conocidas a nivel nacional.
Hasta que el avión que las transportaba se precipitó al mar y ambas murieron.
No obstante continúan vigentes pues han filmado casi todas sus vidas.
Fueron pareja, pasaron todo el tiempo juntas filmando sus días.
Ya sea describiendo el problema o sufriendo el dolor en carne propia, el lamento va acompañado de un sonido desesperante, y sucedido de un silencio aterrador.
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