Buscaré el percutor de tu lengua,
adentro, muy al fondo,
en el celaje más lúgubre de tu entraña.
Buscaré el reflejo insólito de mi voz,
el cigoto de tu esputo, vituperio, odio,
el impulso de tu tripa hacia mi boca…
¿Sabes?. No me duele,
no
me
due
le.
Nunca el reflejo me ha golpeado.
Triste espejo manco,
impotente luz,
inexistente daño.
Buscaré los retazos escalados del color ausente,
habré de pronto parido de tí
lo que preñé con mi venganza previa,
y no me duele,
no
me
due
le.
¿Vés acaso alguna lágrima?
Luego amasaré la sangre
de la vendetta de mis manos,
y haré un espejo nuevo de arenas rojas,
y reiré en tu cara imitadora,
moviendo los dedos con los pulgares en mi sien,
no
me
due
le,
cantaré burlón,
aunque se me haga otro nudo en el ombligo.
|