Sospecho que la más bonita experiencia de mi vida no podré escribirla, porque será la última y será un sueño. Y es que cuando sueño, todo lo mal que me estoy sintiendo en realidad, se convierte en sensaciones placenteras. Luego me levanto y descubro que mi brazo está dormido, que me duele la espalda, tengo nauseas y estoy mareado.
Eso me pasó hoy, cuando soñé que estaba en un supermercado estadounidense con no sé quién, escogiendo vestidos supongo yo que para Halloween. Entonces yo elijo el de abejita, y paso a la caja a pagarlo. Pero cuando ya estaba en eso, veo que los policías se distraen. Entonces salgo corriendo con mi traje de abejita, el cual ya traía puesto, por una suerte de artificio onírico. La de la caja grita algo confuso, y cuando ya estaba yo en la calle, regreso al lugar con una sonrisa y dispuesto a pagar el traje o disfraz.
Cuando vuelvo, veo que la cajera no había entendido la broma, y comienza a reprenderme, y le habla a la gerente. La gerente traía un shorts y era muy gorda, blanca y rubia, y tenía las piernas peludas, y mientras me pedía las razones de mi comportamiento y me amenazaba con llamar a los policías para que me aprendieran, yo tocaba sus piernas peludas y asquerosas. De pronto, sentí peligro inminente y salí corriendo de la tienda. Llegué al estacionamiento donde los policías me perseguían. Lógicamente ellos corrían más que yo, pero yo contaba con el recurso de la gambeta, que los dejaba confundidos en el suelo después de tropezarse con sus piernas repentinamente torpes. Pero ellos no se rendían. Yo buscaba mi auto. Sabía que mi auto era blanco, pero de pronto me vi abriendo la puerta de uno negro, por lo que al ver a un oficial del otro lado del auto, le dije: perdón, este no es mi auto. Lo cerré y seguí corriendo hasta que me atraparon.
Creo que me metieron en un programa piloto de readaptación, que consistía en dejarme bajo la tutela de un guía espiritual tibetano, el cual me llevó rápidamente a su pueblo, donde aparecí en medio de una ceremonia con ambiente festivo. Todos estaban acomodados estratégica y geométricamente. Y yo le dije al guía: yo quiero ver una película. Entonces me dijo que lo acompañara por un tipo pantano, donde el reflejo del sol deslumbraba. Creo que era un campo de arroz, de esos que están inundados y donde habitan los reptiles más mortíferos de la tierra. Le compartí al guía mi repulsión por meter los pies en ese lugar y mi miedo a ser devorado por un animal. El me dijo algo sabio seguramente, y seguimos el camino hasta una tarima que estaba fuera del alcance de cualquier peligro y donde había una tele muy grande y de alta resolución, con alguna película (ahora conjeturo que encajaría bien decir que era la de mi vida).
Ahí terminó mi sueño. Desperté y me dolía todo. Mi brazo hormigueaba y deseé haber perecido en ese sembradío de arroz. Seguramente, en alguno de esos sueños termine mi vida. Por eso creo que la experiencia más fabulosa e increíble de mi vida, será la última y no podré compartirla con ustedes. Pero estoy seguro que ustedes podrán imaginar algo digno de esa experiencia, y que probablemente también tendrán la fortuna, al igual que yo, de morir dormidos.