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Esta columna salió publicada en el suplemento "Temas" del diario "La Voz del Interior" del domingo 3 de Mayo del 2009
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La semana pasada recibí un extraño mail, el remitente era un nombre desconocido para mí, un tal “Doctor Aarón Viagraman”, a pesar de mi inglés cavernícola pude captar la esencia del mensaje: desde los Estados Unidos de Norteamérica el hombre me ofrecía con entusiasmo unas “Blue Pills” a muy buen precio ¿pastillas azules?, me pregunté asombrado, ¿serán pastillas de blues? ¿un concentrado de B.B. King? ¿pastillas de melancolía?. Al rato me llegó un segundo correo electrónico del mismo ignoto extranjero: ¡Elarge your Penis! Ni siquiera dudé que el tipo me estaba diciendo ¡Alargue su Pena!
Me sonaba raro, desde tan remoto país alguien me proponía que tuviera un largo y melancólico domingo azul. La única explicación que encontré fue que se tratara de un cultor del tango o del masoquismo, dos disciplinas que tal vez sean la misma. El doctor en no sé qué, estaba dispuesto a entusiasmarme en su placer por sentir sufrimiento.
Decidido a no dejar las cosas así nomás, le escribí una larga respuesta a este militante de la depresión, le pregunté de dónde nos conocíamos y le dije que estaba muy mal de su parte andar incitando a terceros hacia la nostalgia y la autoflagelación. “Además –le expliqué en el octavo párrafo– supongamos que yo efectivamente tomo su pastilla azul y entonces siento una gran pena, luego continuo acatando su consejo y consigo alargarla un poco más, habré cumplido así con el objetivo que me había propuesto, esto me causará alegría, que es justamente lo que no quería sentir, así que deberé tomarme otro de sus comprimidos deprimidos oprimidos, y nuevamente volveré a experimentar el tan preciado sentimiento de agobio lo cual me causará felicidad otra vez y así eternamente se repetirá el ciclo; es decir que por muy baratas que estén sus pastillas azules, deberé consumir grandes cantidades y más tarde o más temprano acabaré en la bancarrota, un angustioso estado financiero del que no se regresa jamás “
Terminada la misiva, hice clic en “enviar” y me imaginé al tal Aarón, que seguro no hablaba español, descifrando trabajosamente mi mensaje con un diccionario bilingüe a su lado. Pero no fue así, a los pocos minutos llegó su respuesta a mi bandeja de entrada: un catálogo con fotos e instrucciones de un sofisticado artefacto repleto de tubos, correas, mangueras vacuómetros y bombines; un complejo armatoste de trescientos dólares que su empresa me remitiría por encomienda postal en una disimulada caja sin inscripciones en el exterior. Además yo recibiría una garantía escrita con satisfacción garantizada de que el aparatoso cachivache lograría alargarme la pena.
Algo estaba mal, o este yankee era un idiota, o no nos estábamos entendiendo. Entonces llegó a casa Matías, un amigo que al inglés lo sabe y no lo adivina como yo; me explicó que las pastillas azules son estimulantes sexuales y que “penis” significa “pene” pero no con el sentido verbal de “padezca usted una pena” si no con el sentido anatómico de eso mismo que usted ya sabe. -¡Cielos! –exclamé horrorizado- ¿por qué quieren venderme estas cosas? ¿qué saben ellos de mis intimidades? ¡alguien está hablando muy mal de mí en el exterior! ¡estoy siendo víctima de una humillante campaña de desprestigio internacional! ¿y cómo consiguieron mi dirección de e-mail? ¡seguro que la C.I.A. también está implicada en esto!
Ante mi evidente ataque de paranoia, Matías intentó serenarme explicándome que aquello no era nada personal, que todos sus conocidos recibían, sin solicitarlos, ese tipo de correos electrónicos.
En un principio la noticia me tranquilizó, pero luego me inquietó aún más cuando comprendí que el país en su integridad está siendo atacado por un lobby maquiavélico que busca desprestigiarnos ante los ojos del mundo. Ya nos timaron las joyas de la abuela, las riquezas del suelo y del subsuelo. Pero no les bastó, y ahora vienen por lo último que nos queda, están dispuestos a desacreditar la famosa gallardía nacional y así dominarnos desde el desánimo. Están haciendo correr la voz de que El Ser Nacional, el paradigmático Macho Argentino, anda interesado en comprar estos accesorios que, justo él, no necesitó nunca, no necesita hoy, ni necesitará jamás. Buscan sumir a los compadritos del Río de la Plata, ya melancólicos por naturaleza, en una pena amarga y laaaarga
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