Yo que debería no saber nada de tristezas de la ciudad, que derroché tantas noches y sin agua me inundaron las preguntas, que tan sola me sentí en París y al abrir los ojos me ví en un pantano argentino sin mas fé, con solo unas lágrimas en los bolsillos...
No quería saber de derrotas ni de éxitos cuando el agua venía hacia mí. Y aunque jamás estuve en París me sentí tal cual ella era: jodida y radiante...
Las ciudades se abusan de mi autonomía, y descargan sus copiosos llantos en mis aleros, deshojan sus arboles en mis veredas y aún así yo sigo fiel a ellas como lo sigue siendo la Tour E¡ffel, que pensaba ser desarmada después de una frívola celebración, nunca imaginó que seguirá siendo una víctima de la tristeza de la ciudad...