LA HISTORIA DE FITO. . . .
Érase una vez un niño muy, pero muy pobre que vivía en las calles de la gran ciudad. Es triste mencionarlo, pero Fito no sabía ni de dónde provenía, ya que según sus pocos recuerdos, siempre había trabajado en las calles de la gran ciudad, cuidándose constantemente de los “Lobos”. Así le llamaban los niños que trabajan en las calles a una pareja que conduce una camioneta blanca y que suele obligar a los niños de las calles a irse con ellos, engañándolos de que recibirán techo y comida.
Mentira, mentira…. Lo que esta pareja, a quienes se conoce como los “lobos”, hace es llevarse a los niños y a las niñas de la calle y vendérselas a quien pague más de cien quetzales por ellos. El destino de cada niño no se sabe, pero fácilmente se puede adivinar: prostitución, esclavitud, abusos, entre muchos otros.
Fito se ha convertido en un experto de las calles, sabe muy bien en qué áreas de la ciudad puede trabajar o pedir dinero, sabe en dónde puede dormir por las noches, y otros niños que son nuevos en el área siempre acuden a Fito, porque “Fito se las sabe todas”. Aunque parezca mentira, a Fito le gusta su vida en las calles, pero eso sí, tampoco conoce nada diferente ni nada mejor a la vida en las calles.
Una cálida mañana de junio, el señor Palitos llegó a cobrar su usual “impuesto” sobre el derecho de cada niño de trabajar, limosnear y/o dormir en las calles, como que las calles fueran propiedad del señor Palitos. Sin embargo, Fito se quedó corto por algunos centavos, y tuvo que recibir 10 cachetadas de parte del primo del señor Palitos, el “Canche”, y una nueva advertencia que la próxima, sacarían a Fito de “sus” calles.
Fito hacía suficiente dinero con su trabajo en las calles. Él no se dedicaba a limosnear, sino que era un orgulloso y honesto vendedor de periódicos. Logró introducirse a la venta de periódicos gracias a su gran sentido del humor, lo cual le gustó mucho a Don Sigliglio, quien le dio la oportunidad de vender periódicos todas las mañanas desde las 4:00 a.m. hasta las 12:00 del medio día, y le daba el 50% de las ganancias. Esa oportunidad no la reciben todos los niños de la calle, así que Fito era muy bendecido, y el propio Fito lo sabía. Por eso se esforzaba tanto en vender muchos periódicos diariamente.
Si no fuera por los oportunistas que se aprovechan de los niños cobrándoles impuestos que ni siquiera tienen veracidad, Fito y probablemente muchos otros niños, ya hubieran podido salir de las calles, pero malhechores como el señor Palitos se las ingenian para estafar, mentir y amenazar a todos los niños. Esta situación es una lástima, sobre todo para niños como Fito. Uno no se imaginaría lo inteligente que es Fito y lo apto que estaría para asistir a la escuela y aprender a leer y escribir, pero por circunstancias ajenas a nuestro control, no lo puede llegar a hacer. Fito sabe que es un niño inteligente y sabe que podría asistir a la escuela sin problemas, pero apenas le alcanza para comer, porque la mayoría de su dinero se lo debe siempre al señor Palitos.
Después de las 10 cachetadas, Fito por primera vez en su vida, sintió frustración. Era una frustración bastante profunda, porque lo hizo llorar, así como también le ayudó a idear un plan muy interesante para finalmente ser libre y lograr ir a la escuela. El señor Sigliglio, el de los periódicos, le había contado en una oportunidad que conocía a un reportero de un periódico nacional, quien se había vuelto muy buen amigo del señor Sigliglio. Pues Fito fue al parque a buscar al señor Sigliglio y cuando lo encontró le platicó sobre su plan. –“Excelente idea muchacho, creo que con esto, te liberarás de esos ladrones”-
Al otro día, el señor Sigliglio pudo convencer a su amigo el periodista de que llegara al parque, porque le iba a presentar a un amigo, quien tenía una historia muy interesante y de la cual iban a haber muchos interesados, sobre todo muchos amigos o defensores de niños. Bueno, pues así sucedió, Fito se pudo reunir con el periodista, a quien le contó de su magnífico plan, y quien quedó los suficientemente interesado como para darle a Fito la oportunidad de desarrollar su magnífico plan.
Eran las 9:18 a.m. cuando el señor Palitos se acercaba a Fito para cobrar el usual “impuesto”, el periodista y su camarógrafo se escondían detrás de una estatua, la cual estaba situada en la posición perfecta para poder grabar todo lo que estaba sucediendo entre el señor Palitos y Fito. Por supuesto, que también Fito llevaba escondido un micrófono para que la grabación tuviera sonido. –“Tenés mi pisto vos patojo?”- le preguntó intimidantemente el señor Palitos a Fito. –“Sí señor Palitos, pero no pude juntarle todo el dinero, me falta un quetzal”- -“Pues mirá qué hacés, andá a limosnearlo o lo que querás, y vengo en la tarde a traer lo que me debés, pero si no te encuentro o no me das mi pisto, te voy a dejar herido o te voy a entregar a los Lobos para que te vendan!”-
Mientras todo esto tomaba lugar una mañana algo calurosa en el parque Centenario en el centro de la gran ciudad, un periodista tomaba fotos y un camarógrafo filmaba un evento que viola los derechos humanos y sobre todo viola los derechos de los niños. Al otro día, en uno de los periódicos nacionales aparecía en primera plana el siguiente título: “¿Extorsiones a niños de la calle a manos de criminales?”
Toda la gran ciudad se enteró por medio del periódico y por medio del noticiero la clase de criminales que deambulan en los parques de la gran ciudad, llegando a extremos tan bajos de extorsionar a niños de la calle que no tienen ni casa, muchas veces ni familia y casi nunca ni comida. Una Asociación en pro de los niños de la calle tomó el caso de Fito y lo dio a conocer a nivel mundial. De esta manera, Fito se convirtió en la cara y la defensa en pro de los niños de la calle de todos los países del tercer mundo. Asimismo, se ganó una beca completa para poder estudiar todo el colegio, así como también la universidad, y si fuera poco, también fue adoptado por una familia que le dio un techo y el cariño que tanto necesitaba.
Y así, termina la historia de Fito, a quien la vida le dio un giro de 360º, y gracias a su perseverancia y tal vez un poco de suerte, pudo salir de las calles y prepararse para convertirse en un hombre estudiado y un hombre de trabajo.
Ojalá más de nuestros niños de la calle corrieran la misma suerte, pero la realidad es otra…..así que no nos olvidemos de ellos, tal vez algún día podamos tenderle una mano a alguno de ellos.
|