Un cristal lleno de gotas grises se empaña. El silencio recoge una vez más este
humo dilatado que se refleja a lo lejos desde aquí.
Me elevo en un segundo sintiendo temblores hacia abajo.
Música…
Notas repletas de fuego que se esparcen por mi cuerpo.
El cuerpo roto a latidos, partido de voces huecas, presagiando la proximidad de la
lluvia en esta noche turbia…
Las palabras de nuevo enlazándose sin su ritmo, despegándose una a una de mi
piel, cayendo lentas y brillantes desde mis manos templadas, surgiendo frías,
latentes, inequívocas del silencio.
Los pasos vacíos en el vacío de ese blanco agujero resaltan hoy y lo ocupan todo…
La tierra cae desde mí y cede… hasta el infinito muerto…
El ruido de mi cuerpo me llega sólo a veces tan dentro como esas gotas de fuego…
como esa…
¿Música?
Sensaciones que se esparcen y pierden en un instante de suavidad y ausencia de
locura…
Pero aún repleto de miedo.
Me dejo llevar por mí. No existe un camino pero vuelo sin distancias hacia lo más
bajo, hacia lo más interno e inerte, siguiendo el ritmo de esta música sin ritmo
que me contagia.
Siento ausencias pegadas a la piel de otros. La mía ahora no existe…
Porque soy otra.
Noto sonrisas descolgándose de los labios húmedos, dejándose aplastar y deformar
por otras sonrisas…
Ojos sin pestañas, manos sin uñas…
Ahora se reflejan rostros. Desde mi interior veo rostros reflejados, caídos, sin
forma.
Contundentes sin forma…
El cuarto se llena de cera gastada, de palabras manchadas de ceniza y agua.
El barro y los cristales también despegados de su sitio. Un lugar en el que dar
vueltas y más vueltas.
Obsesión.
Me noto girar. Ese verde, palideciendo cada vez más, el aire de la calle golpeante,
las voces amarillas o marrones.
Noto algo diferente sobre mí, las paredes también son diferentes…
Todo, hasta mis pasos, las manos, los labios, que ahora siempre están tan
húmedos… la piel, gente que camina tambaleante y transparente por callejuelas
de neblina, y esa luna… opaca, que circula tintineante por las aceras nocturnas.
El cielo asalmonado, las máscaras cotidianas que me rodean y envuelven.
Cuerpos y más cuerpos temblando de vida muerta.
Ojos viscosos, ausentes… turbios aromas chorreantes ocupando mi mente,
bordeando mis sentidos.
Gris y blanco disputando en la calle estrecha y fría,
Y húmeda.
Y hueca.
Luces latiendo a lo lejos, sólo un poco más lejos.
Recuerdos y temores antiguos.
Miedo.
Un rostro negro escapa de las luces del techo. Los cuerpos se mueven. Observan,
ven y juzgan cualquier anomalía. El terreno se oscurece…
O se aclara conforme mi cuerpo inmovilizado sucumbe derretido…
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