Me miró casi desde el suelo con sus pecas brillándole en la cara, ofreciéndome un dulce que sacaba de una pequeña mochila sucia. Se quedo entre mis recuerdos su tibia voz, aún vacilante por la falta de años. Hoy me pregunto que habría sido de sus dulces, si pudo vender alguno o si aún la calle le cobija mientras Dios se le esconde y la noche le cruza forasteros e indigentes, si le espera en algún lugar una comida caliente o si la vida le sigue regalando alientos con un cuentagotas.
Texto agregado el 02-07-2009, y leído por 115
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Lectores Opinan
05-08-2009
Buena expresión. Por pena, una experiencia muy frecuente. sealight5
02-07-2009
Indignante realidad bien plasmada en este texto! 5* tursol
02-07-2009
Una de nuestras más crudas y cotidianas realidades, buen texto****** JAGOMEZ
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