No estaba ni el mínimo murmullo de su voz, pero sí el retumbe de sus pasos detrás mío, pasos que le piden al mundo reconocer su presencia, pasos traviesos que quizá calman un poco el silencio de su palabra,
Auténtico como los pasos que no repite, como un hambre nueva, como el nacimiento, como la muerte.
Libre de hablar frente a un mundo ajeno a lo que dice su silencio, libre de la labia, libre de la contradicción.
Es en sí mismo, el día que envejece, la tumba que espera, el corazón que late.
Sus ojos explotan cuando le miras, te hablan más que todas las palabras dichas sobre la tierra, sus gestos te aprietan, sus oídos, sus silenciosos o caníbales oídos arrasan hasta con la caída de la pluma, su boca se precipita, sus vísceras se contraen y se detiene el tiempo, más sólo un gemido hace la guerra.
naty |