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En distancia
-“Los hombres solamente cargan el peso que pueden llevar”- dijo- Como pueden creer en patrañas como estas. Si fuese así, no estaríamos aquí ahora.
-Pero tal vez debió ocurrir de esta forma- contestó su hermano- Uno nunca puede controlar su vida.
-Estoy de acuerdo con eso- dijo su madre- Si domináramos todos nuestros actos, la vida seria sencilla.
-Si sé que uno no puede dominar su vida-dijo él- Pero ¿Por qué le ocurre esto a los imbéciles? ¿Acaso fallé algo en la vida?
-Nadie puede decirlo- dijo su madre- Pero de ti depende arrepentirte antes que...
-¿Arrepentirme?... Acaso... ¿Hice algo malo?- dijo él- deberían agradecerme la valentía que tuve. No creo que alguien haya hecho esto antes.
-No seas idiota- gritó su hermano- Estás en las manos de ellos y sigues siendo soberbio. Cede tu espacio por un momento. Por lo menos finge que lo haces.
-¿Fingir?- dijo él- No conozco esa palabra.
-¿Por qué me haces esto?- Replicó llorando su madre- Siempre te di todo lo que pude. Nunca te faltó nada.
-Lo hago por que lo siento- dijo él- Por que creo en mi corazón.
-Ya empezaste de nuevo con eso- dijo su hermano- Esas son idioteces. Piensa según la sociedad. Nunca podrás lidiar contra ellos. Asume tu derrota.
El ambiente estaba tomando un aire tenso, cuando se acerca un guardia y les dice:
-El Juez está listo para iniciar la sesión.
Los tres se levantaron e iniciaron la marcha por distintos lados. A cada uno le tocaba un escenario distinto.
Él estaba bastante melancólico. Lo que dijo su hermano es muy frío pero cierto. Lo mejor era unirse a las masas.
Pasaron dos horas cuando salieron todos de la sala. Hubo algunos ojos con lágrimas, otros con gran felicidad y el resto indiferente. Él se encontraba terriblemente angustiado. Evadió todas las acusaciones con maestría (como se lo aconsejó su madre)
Y fue declarado inocente ante la ley. Su madre y su hermano estaban contentos. Al fin el rebelde había mirado la realidad. Pero él estaba muy lejos de su conciencia. Cuando faltaban unos cuantos pasos para abandonar el recinto, se devolvió enérgicamente gritando:
-Yo la maté, yo la maté... Por favor enciérrenme, yo la maté.
Cuando faltaban cinco minutos para las seis fue enterrado el cuerpo inerte de su víctima, y con ella, la libertad de su victimario.

Texto agregado el 01-07-2009, y leído por 72 visitantes. (0 votos)


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