De un dedo agarrado viendo pasar la vida.
Si hay algo de lo cual no esté nada orgulloso de mi mismo es de mi mala memoria, no sé si es debido a un efecto de autoprotección mal afinado que borra de mi mente todo recuerdo a diestro y siniestro para proteger mi inestable yo o simplemente porque alguna parte de mi lo decide por si sola a su libre albedrío.
Entre todas las inexorables lagunas que llenan mis memorias, de vez en cuando aparece un islote al cual aferrarme a un pasado que no es tan distante aunque lo parezca, Justo en estos oasis de recuerdos estás tú.
Apareces entre mis ínsulas de mil maneras y formas, desde el Ángel con su halo protector hasta al Diablo de actos incomprensibles.
Creo que no me invento nada si te digo directamente que no es que nos hayamos entendido a las mil maravillas, que aunque sin quererlo demasiadas veces nos hemos hecho tanto daño que si no fuera por nuestra sangre familiar, las heridas que nos hicimos( hacemos y haremos) jamás hubieran podido suturar hasta la casi desaparición de nuestros cuerpos, de nuestras manos y digo nuestras manos por uno de esos recuerdos, tu y yo aunque a veces seamos muy diferentes somos casi siempre lo mismo con nuestras virtudes, con nuestros defectos y nuestras cicatrices.
Pero ante todo Padre, sí Padre, porque yo soy fruto tuyo, tu continuación perfecta o imperfecta, tanto da ahora mismo. En mi recuerdos más tiernos no aparece tu cara, ni tu espalda ni siquiera algo que me dijeras que hiciera mi vida diferente, tú para mi siempre serás esa mano caliente que se acercaba a la altura de mi cara y estiraba un dedo que me parecía enorme y lo agarraba para pasear por la vida a golpe de calcetín, calculando las distancias a días a caballo y esperando ese momento en el cual me invitabas a merendar un bikini y un Cacaolat por las callejuelas de un mundo que todavía ni sabía que existía.
Es por ese recuerdo que jamás me perdonaría que tu cabezonería me quitara la gratitud de volver a agarrarme firmemente a ese dedo con el que puedo pasear por la vida sin temor alguno y que me prometas que no haga falta que te diga “ Te convenzo ” para que te empieces a cuidar y que seas aún más parte de mi y de mi vida.