Dedicado a colomba_blue.



Hay una cosa que no entiendo che. Yo miro, miro para arriba, para abajo, para los costados, entre las patas de la gente, en los árboles, en los techos, en las sanjas, ¿y qué veo? No, degenerado mental, palomas. Veo palomas por todas partes, es una invasión. Y lo que uno primero piensa es: se la pasan garchando. ¿O no? ¿Cómo es? Hay cientos de miles de millones de palomas, dejame de joder, Mario. Y el dilema es este: si son tantas, ¿cómo es que nunca se las ve cogiendo? No, nunca en mi vida, hermano, la de ver perros abotonados es una constante desde pibe, una imagen que te golpea, te marca, te excita, te inicia en las primeras preguntas sobre el origen de la vida y más. Gatos cogiendo en el techo, caballos, vacas y cabras cogiendo en la granja, sapos cogiendo asquerosamente en el cantero, hipopótamos cogiendo en el zoológico, todo eso sí, a montones, pero ni una paloma teniendo sexo. Ni siquiera en la tele, vos fijate. El sexo en la paloma es un tema tabú. Hasta mirá, mirá esas palomas roñosas de ahí. Ves a la hembrita picando migas en la vereda y enseguida viene el macho. Mirale el buche tornasolado que tiene, es un rey. Le hace el bailesito, el ruido ese, infla las plumas, todo. Y la hembra ni cinco de pelota, sigue picando miguitas como si nada. ¿Es porque los estamos mirando? Y se vuela, tomá. Ahí tenés, ese macho solo y con el buche inflado. El enigma de una especie invasora que no coge, Mario.