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Las dudas de Jacinto.


A Jacinto, tres meses después de dar su primera misa, le surgieron unas dudas tremendas.

Mamá



La madre de Jacinto, se llevó una gran alegría, cuando le comunicó que quería ingresar en un seminario y hacerse sacerdote.
- ¡ Hijo mío!, que ilusión- dijo ella, llenándosele la cara de alegría-, que feliz me haces. Yo ya sabía que el Señor acabaría llamándote, siempre lo pensé, no como tu hermano.
- Mamá- interrumpió Jacinto-. Mi hermano es feliz estudiando derecho, y a las personas hay que respetarlas hasta en sus decisiones. Al Señor se le sirve de muchas maneras.
- Ya, ya lo sé hijo, perdona. A tu tía si que le va a dar alegría, ¡ Ay cuando se lo cuente!- comentó la madre mientras abrazaba a su hijo.
La tía de Jacinto era monja, en un convento de Extremadura.

Con la panda



Con la inestimable colaboración, que las sombras del parque proporcionaban al atardecer, Jacinto fue con la noticia a sus amigos.
- ¿ Pero qué estás diciendo?- preguntó asustado José.
- Lo que oyes- contestó Jacinto.
- Lo habrás pensado bien, supongo- le dijo Luis, sin creer todavía lo que contaba.
El más tajante, como siempre, fue Pérez.
- Pero tío, ¿ cómo te vas a meter a cura?. ¿ Es que la vida no te mola?
- Por eso mismo- respondió Jacinto-, por que la vida me gusta, me entrego a los demás, a ayudarles a intentar hacer el bien.
- Chaval, - intervino Javi-, el bien le puedes hacer desde muchos sitios, no necesariamente metido a cura.
- Eso es cosa de tu madre y tu tía la monja- aseguró Pérez.
- Eso es cosa mía- se indignó Jacinto-, es un asunto particular, lo llevo meditando mucho tiempo y creo que es el camino acertado.
- Pero, como dice Javi- abundó en el tema Luis -, ayudar a los demás, no es patrimonio de los sacerdotes.
- ¿ Pero es que os molesta, que vaya al seminario?.
- No, no es eso- apuntó Paco-, es sólo que nos sorprende. Tienes que comprender que nadie de la panda se podía imaginar que alguno de nosotros se metiera a cura.
- Pues ya lo veis- insistió Jacinto-, espero que a pesar de la sorpresa, lo comprendáis y.. , bueno que sigamos viéndonos y que nuestra amistad continúe.
- Eso por supuesto- afirmó Pérez-. La amistad está por encima de las preferencias. Lo único... es que te vas a perder las borracheras de los viernes.
Unas carcajadas del grupo ratificaron la opinión de Pérez



En el bar de siempre


Después del estío, la panda se reencontró(bueno, todos menos uno) en el bar de siempre, el bar de las borracheras de los viernes. Era un bar con estilo a " Pub", pero con sabor a tasca, donde los clientes eran amigos antes que clientes.
- ¡Hombre!- saludó Isi, el camarero del "Encuentro"-, ¡panda! , ¿Cuánto tiempo?.
- Ya sabes, las vacaciones, las matrículas y después cada mochuelo a su olivo-contestó Javi-.
- Éste es el primer viernes que nos juntamos- dijo Paco, tomando sitio en la barra.
- Pero, no estáis todos, falta Jacin.
- Jacinto está estudiando fuera de Madrid- dijo Luis.
- Se ha metido a cura- dijo Pérez.
- ¡ No jodas!- exclamó Isi-.
- Sí, ya ves- dijo Paco, sentándose-, al chico le ha dado por ahí.
- Me dejáis helado- continuó Isi, mientras servía las primeras cervezas-.
- A todos nos sorprendió- advirtió Luis -. Siempre habíamos hablado que quería ser médico, era algo que le gustaba, pero unos días antes de terminar las clases, nos dio la noticia y bueno..., imagínate, si tú te has quedado helado, cómo nos quedamos nosotros.
- Ya me imagino- dijo Isi, pasando el paño a unos vasos-.
- Bueno, ¿ qué le vamos a hacer?,- dijo Paco.
- Y vosotros, al final ¿ qué?.- preguntó Isi, colocando los vasos.
- Pues, Paco y yo, a derecho- dijo José-, y Javi a Empresariales.
Pérez, hacía segundo de periodismo y Luis intentaba compaginar el segundo de psicología con el trabajo en la agencia de viajes.
- Oye ¡ Con lo que le gustaba la marcha!- continuó Isi-. Yo nunca me hubiera imaginado que Jacin quisiera ser cura. ¿ Y habéis hablado con él?.
- Claro, pero es una decisión suya y hay que respetarla - dijo José-.
- Yo hablé por teléfono hace un par de días- comentó Javi, mientras daba un sorbo-.
- ¿ Y que tal le va?- preguntó el camarero, a la vez que retiraba unos vasos vacíos y limpiaba la barra-
- Bien, le va bien, ahora empieza un curso de adaptación- le explicó Javi-, de aquí a cuatro o cinco años le veremos vestido con sotana.
- ¡ Tiene huevos la cosa!- dijo Pérez-, un tío que no ha matado ni una mosca y ahora va a repartir hostias a diestro y siniestro.
Isi sirvió la segunda ronda de cervezas, acompañadas de aceitunas y patatas fritas.
El "Encuentro", empezaba a llenarse de gente, amigos de bar nos preguntaban y la noticia se convirtió en el comentario de todos los corrillos, "ese chico, si ese delgadito de gafas", se oía en los corrillos.

En la oficina del padre



Al padre de Jacinto la cosa nunca le hizo demasiada gracia, pero lo había aceptado sin rechistar. ¡ Ya se veía venir! Pero le ponían negro las comidillas en la oficina.
- He oído Sr. Suárez- preguntaba una de las compañeras del padre de Jacinto-, que su hijo se va ha hacer cura.
- Pues sí, ya está en el seminario- contestó -.
- ¿ Y cómo se lo han tomado en casa?- preguntó de nuevo-.
- Bien, cómo nos lo vamos a tomar, bien, es una decisión suya, ya es mayor de edad y además que yo sepa no es un delito-contestó con tono de enfado-.
- No se lo tome a mal Sr. Suárez- le dijo otra compañera que les acompañaba-.
- No, si no me lo tomo mal, pero es que llevo unos días horribles, estoy dando más explicaciones, que en toda mi vida.
Apareció Fuentes, el compañero de mesa de toda la vida. Se acercó a la máquina de café, donde estaba Suárez con las dos mujeres. Seleccionó un café solo, lo cogió y los acompañó.
- Vaya, Suárez- dijo-, eres el centro de atención de toda la oficina. Dicen, incluso que el jefe, habla del asunto.
- Mira Fuentes- intentó defenderse-, estoy hasta los...
- Calla, hombre que hay señoritas- le paró Fuentes-.
- Nos imaginamos lo que está pasando- decía una de las compañeras-.
- Pero si no estoy pasando nada- dijo Suárez, a punto de enfadarse-. Lo que pasa es que todo el mundo se cree que por que mi hijo haya decidido hacerse sacerdote, debemos estar preocupados, o por lo menos enfadados, y no es así.
- No te enfades, Suárez- replicó Fuentes-, es que a todos nos ha sorprendido.
Agustín Suárez, tiró el vaso de café vacío a una papelera, se despidió de sus compañeros con un " hasta luego", y se dirigió hacia el ascensor.
Salió del ascensor y entró en su despacho. Cerró la puerta con más ímpetu de lo habitual, lo que hizo que Marivi, su secretaria, se asustara.
- ¡ Uy!, me has asustado, Agus.
- Ya sabes que no me gusta que me llames Agus- contestó Suárez-. Vengo cabreado, la gente no para de darme el pésame.
- Pero, ¿ Es que se te ha muerto alguien, Agus?- preguntó Marivi acercándose.
- ¡ No hombre, no!, lo de mi chico, el cura.
- ¡ Ah!, ya me habías asustado- le dijo con voz más melosa, acariciándole la cara.
- ¿ Cómo tengo que decirte, que nos puede ver alguien?.
- Agus, cariñito, perdoname-le volvió a decir dulcemente.
-

La charla sobre la vocación



Jacinto, fue destinado a una parroquia de un pueblo de Toledo. A su primera misa asistieron todos los amigos y por supuesto la familia. La madre hasta lloró de emoción. Salió todo muy bien, Jacinto supo estar en su sitio y así empezó a ganarse a la gente del pueblo.
Tres meses después de aquella misa, le propusieron desde el episcopado, que diera una charla sobre la vocación y la vida sacerdotal en los jóvenes, que expusiera sus razones y que ofreciera motivos por los que debería haber más sacerdotes.
La panda de amigos, se presentaron el sábado por la noche, invitados por Jacinto. Tomaron unas cervezas en el bar del pueblo y después Jacinto tuvo que marcharse para dar una extremaunción.
-¡ Qué vida lleva!- dijo Pérez-.
- La que él a elegido- le contestó Javi-.
- No me digas que es divertido- insistió Pérez-.
- Pero, bueno déjale en paz- dijo José-, es su vida.
Después de unas rondas de cervezas, se marcharon al hostal. Al lado del ayuntamiento, enfrente del banco, había un "Bar de copas", que en realidad era una "casa de citas" camuflada.
- Vamos a tomar la penúltima- dijo Pérez-.
La idea no les pareció mal a ninguno y entraron.
Aún tenían resaca cuando, la tarde siguiente llegaron al local que el ayuntamiento había cedido para la conferencia. No era demasiado grande, habría unas cincuenta personas sentadas y unas pocas de pie. Los amigos de Jacinto se repartieron entre la primera y segunda fila. Sobre la tarima, Jacinto empezaba a dar su charla. Apoyado sobre un atril cargado de folios, intercalaba la lectura con la mirada hacia el público.
- He titulado mi charla - comenzó Jacinto su intervención-, "La luz y la vocación", ya que creo que la vocación viene iluminada y todos aquellos que...
Una mujer sentada al lado de Pérez, se abrió el abrigo que llevaba puesto, dejando al descubierto un provocativo escote.
Jacinto al levantar la vista del atril vio que la joven le sonreía.
- ... hay que tener fuerza de voluntad- continuó Jacinto-, y... razones poderosas para dedicarse a los demás de una manera altruista.
La mujer tosió, Jacinto volvió a mirar.
- Hay muy buenas -Jacinto, titubeo por un instante-, razones que os convencerían a muchos...
Pérez mostraba interés en lo que decía Jacinto. La mujer cruzó las piernas, dejándolas ver hasta la altura de una minúscula falda.
- Tenemos que caminar con pies de plomo- continuaba Jacinto, dividiendo su mirada entre el escote, el público en general y las piernas de la joven-, y soportados por unas piernas resistentes.
Los asistentes andaban entre la duda y la sorpresa, sin comprender muy bien de que iba la charla.
Jacinto se veía incapaz de concentrarse en su discurso y ya improvisaba cada vez más. Del bolsillo sacó un pañuelo, se secó el sudor de su frente.
Los amigos del cura estaban expectantes, Pérez miraba a sus compañeros y los sonreía.
- En ésta vida es muy importante que una luz nos ilumine- continuaba Jacinto-, y es muy importante también buscarla.
La señorita deshizo el cruce de piernas, las dejó entreabiertas por un instante antes de volver a cruzarlas.
Jacinto sin querer se dio cuenta y enmudeció. Su mirada se quedó clavada en la zona semioscura que dibujaba la corta falda; su cuerpo notó como un manojo de nervios lo recorría desde el estómago al cerebro, sintió un pequeño temblor en sus piernas, sus manos y su frente sudaron. Pero Jacinto demostró su profesionalidad y siguió con su charla.
- Y yo, yo os digo hermanos que por fin..., por fin he visto la luz.

FINAL
FIRMADO: JOSE LUIS BARROSO SANCHEZ




JOSE LUIS BARROSO SANCHEZ
ENERO 2003
ENVIADO AL XIV PREMIO DE NARRACIÓN BREVE DE LA UNED.
BAJO EL SEUDÓNIMO DE JOBAR

Enviado a la página www.lacultura.com.ar de Argentina, para participar en el concurso cultural 2003.









Texto agregado el 29-05-2004, y leído por 153 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
03-06-2004 Muy bien. Me ha gustado. Ese cruce de piernas a lo Sharon Stone que deja sin palabras al cura..qué vocación. onassis
 
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