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Está lloviendo.
El agua va disolviendo el día anterior, de igual forma que tú arrastraste nuestro amor al olvido.
Maldita agua que ni siquiera lava mis emociones... Ojalá se desprendieran de mí.
Ojalá la lluvia me limpiase todo este dolor que hay en mi rostro.
Ni las lágrimas pueden hacerlo.
¿Por qué me has abandonado?
¿Por qué has dejado que caducase nuestro afecto?
¿Por qué has dejado que la luna ya no acoja más nuestras miradas?
¿Por qué has dejado que mi corazón quede huérfano?
¿Por qué me has dejado con este amor impar?
Mis manos están ahora siempre abiertas... cogiendo el vacío de tu cuerpo.

Hace frío... Se marchita mi piel, tirita mi corazón...
Sí. A pesar de ello, todavía lo siento... Palidece dentro de mi pecho.
Todavía palpita, gimiendo, quejicoso, un latido sordo, afónico, solitario...
¿Cuántas cosas me has dado?
Tú me diste el amor, y el desamor. La alegría y la tristeza.
Tú diste un flechazo a mi corazón, y después lo quebraste.
Tú diste esperanza a mi vida, y después desesperación a mi infierno.
Tú diste calor a mis sábanas, y después soledad a mi habitación.
Tú diste agua de tu boca a mis labios, y después lágrimas a mis ojos.

Hay viento... ¿Qué podría llevarse? Quizás me arrebate algún lamento...
No creo que pueda obtener más de mí.
Me diste tantas cosas en el pasado, y me devolviste su antagonista en el presente.
Es desolador el mundo en el que vivo. Ojalá pudieras verlo a través de mis ojos, sucios de amargura...
¿Cómo pudo cambiar tanto el terreno de mi piel, el clima de mis emociones, la luz de mis pupilas?

Cuatro estaciones hay en mi vida. Tres fueron, y una se alargará indefinidamente:
-La primavera de cuando nos conocimos... La flor recién descubierta, que era nuestro amor. La ternura, el mimo, y todos los sentimientos en cada pétalo.
El sonido alegre de nuestra voz, los cantarines poemas que te dedicaba el jilguero desde la gran sombra de mis labios.

-El verano de nuestra madurez... El fruto de nuestro amor. El sonido mutuo de nuestros labios. Los cálidos cantos del grillo en el anochecer.
El cric cric... El toc toc de mi corazón junto al tuyo.

-El otoño, inestable... La sorpresa de nuevas flores y frutos. El frío, atenuado por el calor de nuestros abrazos.
La húmeda brisa, evaporada en nuestras caricias.
El sonido del Te quiero cambiado por el de Te amo.

-El invierno, helado y desnudo... Los sentimientos se pierden, o se engañan.
La fruta es coloreada por fuera, pero por dentro es oscura y está podrida.
Tiene el amargo sabor del desamor.
El aire se vuelve plomizo... Me pesan los hombros, me tiemblan las piernas.
El aire me envenena desde dentro, porque mi respiración y la tuya, ya no toman la misma bocanada.
Mi corazón ya sólo palpita un par de latidos.
El sonido de mi voz, canta a dúo... con el silencio...

¿Cuánto se ha perdido?
Lo único que no se perdió, fue mi sensibilidad. El dolor la alimenta cada día.
He muerto... Ya sólo vivo... en tu mente...
Se disipó el amor... Se agriaron los sentimientos.
Volaron las palabras. Se congelaron las miradas...
Porque te fuiste tú.
Y te llevaste mis recuerdos.
Y te llevaste mi alma.
Y me llevaste contigo...

Texto agregado el 29-05-2004, y leído por 124 visitantes. (0 votos)


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