Celos
-Buenas tardes, dígame usted, ¿en qué puedo ayudarle?
-Bueno, mire, vine porque estoy desesperada -Carolina cruzó las piernas y buscó acomodo en el diván-. Este… no sé cómo decirlo pero… he estado tratando de justificarme pero… no sé si estoy siendo honesta conmigo misma. Mire doctor, desde hace una semana no puedo dormir, siento como si me estuvieran apretando el corazón y me cuesta trabajo respirar. Es como… como si la angustia y el remordimiento me estuvieran matando. Lo que quiero es que me dé usted una medicina, un antidepresivo, un tranquilizante, lo que sea, pero déme algo, estoy desesperada.
-Primero platíqueme qué le ha llevado a sentirse así. Seguramente hay algún motivo -el psiquiatra tomó la pluma y se dispuso a escribir en una libreta.
-Mmm… no sé por dónde empezar, este… bueno, mire, mi novio es un tipo muy celoso, siempre me está siguiendo, me espía, abre mi bolsa y mis cajones cuando cree que no me doy cuenta, revisa mi celular, discutimos mucho y siempre terminamos peleados.
Carolina repentinamente guardó silencio y fijó la mirada en la figura de bronce de la Diana Cazadora que estaba sobre el escritorio.
-¿Sabía usted que la modelo no cobró nada por posar? –dijo Carolina cambiando abruptamente el tema-. La proporción de las piernas, de los brazos y de los senos es perfecta. Realmente es bella, como Ángela, mi amiga. Una verdadera obra de arte –suspiró, enlazó sus manos sudorosas y continuó-. Entonces desnudarse era un escándalo. Usted sabe, el pudor, el sentimiento de culpa...
-Carolina, estamos aquí para encontrar soluciones a sus conflictos y me temo que se está usted evadiendo -el doctor se acomodó los lentes con el dedo índice.
-Bueno… pues hace un mes, más o menos, Augusto, mi novio, me citó en la cafetería de la prepa para hablar de los asuntos por los que nos enojábamos siempre. Luego de sentarnos me tomó la mano y me dijo que me quería mucho, que no podía vivir sin mí, que soy la mujer de su vida y todo ese rollo con el que acostumbra empezar antes de atacarme con sus celos. Entonces, mientras escuchaba esa monserga de reclamaciones, me sorprendió ver que Ángela, que es tan sociable, entraba sola a la cafetería y se sentaba frente a una mesa a la izquierda de la entrada. Después de un tiempo, me volví para ver si alguien llegaba a su mesa pero ella seguía sola, leyendo y tomando su café. Llevaba un traje sastre negro y una camisa amarilla. Se veía muy bien, muy elegante. Le llevaron un capuchino y un pastel de fresas con crema. Yo nunca he pedido ese pastel porque quiero bajar de peso pero…
-Otra vez está cambiando el tema. Me estaba diciendo que se sentía molesta por los ataques de celos de su novio -interrumpió el doctor.
-Sí, bueno, él insistía en que yo había cambiado mucho, que ya no era tan cariñosa, que no lo buscaba ni tenía tantos detalles como antes. Incluso insinuó que lo engañaba con alguien y quería saber “quién le arrebataba mi cariño” –dijo Carolina con voz burlona-. Estaba muy nervioso, fumaba un cigarro tras otro y me reclamaba que no le pusiera atención. Como estaba harta de oirlo, me levanté con el pretexto de ir al baño y así terminar con la estúpida conversación. De regreso, me acerqué a saludar a mi amiga y la invité a nuestra mesa con la intensión de que Augusto dejara de hablar de infidelidades y situaciones incómodas.
-¿No cree que sólo postergó el asunto? ¿No era mejor llegar a alguna conclusión, a algún acuerdo?
-Sí claro, pero no tenía ganas de discutir. Como dice usted, me evadí de nuevo.
-¿Qué pasó después?
-Ángela se pasó a nuestra mesa y platicamos de todo un poco. De repente vi mi reloj y me di cuenta que se me hacía tarde para la clase, así que los dejé platicando y salí a toda prisa. Pensé que Augusto seguía enojado conmigo porque no supe de él en una semana.
-¿No le importó dejarlos solos?
-Al principio no hasta que ella me llamó por teléfono para decirme que quería tratar conmigo un asunto delicado. Nos citamos en la cafetería y después de ponernos al tanto de nuestras noticias, me platicó que el día que le presenté a Augusto, él la había invitado a salir. Ella aceptó porque le dijo que había terminado conmigo y desde entonces, han seguido saliendo.
-Entiendo, usted cree que la han traicionado por partida doble.
-Pues… sí, los celos me están matando y la angustia no me deja en paz. Me va a dar un infarto si no hago algo. Tengo taquicardia, no como bien, siento nauseas y ganas de vomitar. Es como si tuviera un nudo en la garganta que me impide llorar o gritar. Estoy muy confundida.
-¿Porque Ángela le quitó a su novio?
-No, él es quien me ha quitado a Ángela. Ella es tan fácil de manipular, tan inocente, tan débil. Darme cuenta de que la estoy perdiendo me ha hecho confirmar que realmente la amo.
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