Hoy pudo ser el día.
La mañana era idéntica,
Desperté como siempre, sin querer
y sin saber con que razón…
Me levante al baño, oriné, me asomé al espejo
para darme cuenta seguía siendo yo.
No el otro, el mismo, el de siempre.
Miré por la ventana, llovía.
Puse a Piazzola.
Me senté en el reclinable,
Te dedique el último recuerdo.
El que había olvidado decididamente
para usarlo hoy.
Diciembre, a diferencia de febrero,
no es un buen mes para los amantes.
Las fiestas se pasan en familia,
y entonces aparece la reconciliación.
Deje de lado el Jack Daniels,
pues era muy temprano para
una conversación adulta que corría
el riesgo de persuadirme a posponerlo otra vez.
Todo estaba listo, y a diferencia de otros,
a nadie encomendé mi espíritu.
Con la esperanza de la improvisación del destino.
Así que busqué en el lado derecho del sillón
El instrumento que habría de proporcionarme el descanso
y la nota de confirmación de la cancelación
a la resurrección, debidamente certificada.
En cambio, y con esta racha que atravieso,
Sólo encontré el puto control remoto
y la guía de televisión…
Por lo que me atrevo a molestarte:
¿Tendrás a caso entre tus curiosidades
un revolver que ya no ocupes?
Solo necesito una bala,
Un boleto sin regreso para escapar.
No prometo devolverlo, pero tampoco
te arrastraré conmigo.