En mi ciudad hay golondrinas todo el año.
En verano muchísimas. Mientras vuelan, recortándose sobre el azul del cielo estival, sus idas y venidas tejen curvas de elegantes geometrías. Luego recuperan fuerzas posándose en los tensores de las antenas de radio. Allí en lo alto, inmóviles, sus cuerpecitos negros distanciados irregularmente parecen signos de un indescifrable mensaje de la especie.En los días tormentosos, cuando la lluvia cesa y está por volver a salir el sol, aparecen de la nada planeando las calles y chillando gozosas a ras del pavimento.
En invierno pocas, solo las más viejas aquellas que ya no pueden migrar, las que saben que la primavera y el verano regresarán sin necesidad de ir a buscarlos de uno a otro hemisferio, atravesando las américas.
Son las alegres golondrinas que unen las ciudades de San Juan de Capistrano en EEUU con Goya en Argentina.
Las he visto por miles llegar a dormir en 3 grandes olmos, siempre los mismos, de la Plaza San Martín de la ciudad de Córdoba.
Las veo pernoctar en los entretechos de una vieja casona colonial de Salta, invierno tras invierno, aprovechando un hueco del cielo raso del soportal que da a un patio interno.
Este año renovaron el cielo raso de las galerías.
El responsable de las obras dejó un orificio para que las golondrinas puedan pasar.
¡¡¡ Mi agradecimiento a esa persona. !!!