Y mientras su mano
entumecida se
encontraba con
mis senos endurecidos
por el frío,
y su cuerpo se acercaba
al mío, insolente,
pequeño y
conmocionado
por uno tan fuerte y
duro...
... Gemí el placer
de un dolor momentaneo
que nos llevaba a la cumbre
de dos cuerpos
unidos en
uno solo, por
la eternidad.
Texto agregado el 26-06-2009, y leído por 113
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