Me encanta tu falta de tacto,
tu nulo sentido común,
tanto como mi ira crónica
que da una sórdida idea
de lo que no dice que espera,
pero es casi imposible
como esperar que llegues puntual,
como esperar que repares
en algo que vos no seas,
como esperar que te bañes de vida,
como esperar que te tiñas de presente,
que tu madurez aumente,
que el respeto sea frecuente,
que ganes en virtudes,
que seas distinta
sin ser diferente;
que no sea melancólico el deseo
de transformar el tango más cruel
en el más empalagoso bolero;
que la distancia no sea besarnos menos
y mis dedos sean tus dedos
en el encierro con uno mismo
cuando se crea un momento único:
día y noche son uno,
es atemporal el mundo
y se funden los segundos
en el clímax de nuestro aliento.

Y ahí me vuelve a encantar
tu falta de tacto
y tu nulo sentido común.
Quedándome sólo
me río, me estorbo…
espero que no llegues
porque si llegás a llegar
ya no vas a ser la misma.