El Pato Donald, aburrido de tener que soportar a Glad Consuerte, ese primo suyo que pareciera burlarse de él con esa suerte tan inmensa que tiene, toma un rifle y lo vacía en su magro cuerpo dejándolo como colador y desangrándose dramáticamente en una de las amplias avenidas de Patolandia. Luego huye, no sin antes asaltar a su tío Rico Mc Pato y arrebatarle con inusitada violencia poco más de diez millones de dólares. El forajido toma su vehículo y arranca al desierto de Arizona ocultando el dinero en una canasta de mimbre cubierta con cerezas. Si se encuentra con la policía, dirá que es un regalo para su abuela. En pleno desierto se topa con el Coyote, quien, todo estropeado, ha caído por enésima vez en una de sus propias trampas preparadas para el casi imperceptible Correcaminos. Condolido con el animal, Donald –cuyo entrecejo se ha marcado más y más, dándole la inconfundible apariencia de un forajido- se colude con él para terminar de una buena vez con esta larga historia de frustraciones. Preparan una trampa a prueba de fallas, dan caza por fin al escurridizo pájaro y esa noche, a la luz de la fogata, se lo devoran con deleite. Por los ojos lánguidos del coyote caen gruesos goterones que Donald no sabe si atribuirlos a la emoción que le embarga por haber conseguido finalmente su preciado objetivo o porque un dejo de nostalgia hiere su corazón salvaje. Donald, finalmente, prosigue su camino, dejando al coyote sumido en la soledad más absoluta.
Cinco días más tarde, Donald llega a un pequeño poblado en donde intenta comunicarse con sus sobrinos. Paco, el más sensato, contesta el teléfono y le dice que Hugo y Luis fueron apresados por consumir cocaína, que Daisy, su sempiterna novia, está saliendo con Girosintornillos, que su tío rico mandó a confeccionar millares de carteles con su foto, demandando su cabeza y ofreciendo una fortuna a quien dé noticias de su paradero. Aparte de eso, ninguna otra novedad. Donald compra una botella de whisky y alquila una pieza en un hotel barato. Embriagado, trasnochado y con el cansancio minando sus pocas fuerzas, se duerme profundamente.
A la mañana siguiente alquila una avioneta para huir a México. En plena frontera con el país cuate, es conminado por la aviación para darse a conocer so pena de ser ametrallado. Temeroso, aprieta el acelerador de su aparato y se oculta en un banco de nubes. Allí se topa con el pato Lucas, un soplón de la CIA, quien trata de utilizar su celular para delatarlo. Antes que consiga digitar un solo número, es embestido y derribado por la poderosa avioneta que, a todo esto, ha logrado eludir a sus perseguidores y ahora navega tranquilamente rumbo al sur.
En México es contactado con Bin Laden, quien prepara un nuevo atentado contra los Estados Unidos. Ahora su objetivo es Hollywood, cuna de las más grandes mentiras e inverosimilitudes que pudiesen concebirse. Coinciden en varios puntos y el propio Donald se ofrece como kamikaze para dejar la crema en la meca del cine. Se compromete a inmolar su vida estrellando su avioneta cargada con explosivos en pleno estudio de la Metro, empresa en la cual nunca le cancelaron unos dineros que le adeudaban por concepto de propaganda. Pero antes de todo eso, quiere vengarse de aquel que fue el artífice de todas sus desventuras. Para ello, soborna a los empleados de Crionic Life y les da cien mil dólares a cada uno para que le entreguen el cadáver de Walt Disney, quien es mantenido en estado de hibernación desde hace varios años.
Ya con el occiso descongelándose en el asiento trasero de su avioneta, se dirige a Los Angeles, específicamente a Hollywood, a cumplir con la misión encomendada por su socio Laden. Mientras comanda el aparato, recuerda todos esos años de humillaciones y su ceño se va frunciendo cada vez más, cada vez más… Pronto, su objetivo está a la vista y el ánade se lanza en picada, encomendando su negra alma a todos los demonios. Mas, nada de tonto para ser un pato, visualiza de pronto el intrigante entretejido que permite estas enormes muestras de soberbia. Y levantando la proa del avión, cambia drásticamente de rumbo y se dirige a una enorme y lejana mansión pintada de blanco en donde es presidente de esa potencia el más importante de los secuaces de Pete el Negro...
Despierto con una revista de comic entre mis manos. Adormilado todavía, me restriego los ojos y después de un largo bostezo, me preparo a leer estas entretenidas aventuras del Pato Donald…
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