Entre el ser y el no ser van quedando matices de la vida y de la muerte, yo gusto de espantarla casi como a un espejismo enemigo, poniéndola en un rincón, a distancia: riendo, llorando, amando, odiando, embriagado de orgasmos, abrumado de dolor, sediento de vida; no importa cuanto la aleje o crea alejarla, tan sólo su retorno es cosa segura.
- ¿Cuántos respiros restan?, … ¿Cuántos respiros?-
No, no miento cuando digo en lo que ahora escribo, que, a veces, me rapta un pensamiento estremecedor y recurrente, que por raros laberintos deambula, hasta el nacimiento de la memoria, buhardilla que no habrá de retener fragmentos del devenir más allá del ocaso de la existencia.
¡Despierto angustiado¡
¡Sí!
La muerte vendrá, silente navegará la barquera por inviernos arrebujados de aguaceros fríos, vendrá su lento mecer del remo en el agua, su lento mecer de torbellinos calmos, mas a ningún muelle ni barca ni barquera habrán nunca de llegar tarde. Borracha entre la niebla su mueca taciturna; cual de una vasija, beberá de cada cuerpo la vida, beberá toda humedad, toda la sangre y toda la piel, toda sublime y sagrada esencia.
Se apaga el día, el que hoy vino para irse en su sino de Prometeo, da esperanzas y respuestas enseñándome un comienzo y un final, entre infinitos comienzos e infinitos finales, exhibidos en este escaparate insubstancial. La más terrible de las realidades ya está aceptada… ¡una vez más!. Entonces, el vértigo del acontecer se sucede asimismo, se enreda en lo cotidiano, por eso saborea la vida por sacrificada que sea, exalta las ansias de hacer y ser, porque, la vida quiere a la vida… hasta el último respiro.
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