PAISAJE (III)

En mi camino hacia la ladera de la montaña, mi reto es buscar una zona transitable para poder escalar hasta la cima , todos los días al levantarme la miro asombrado por su altitud y por la belleza que manifiesta semejante pico majestuoso. Él solo ahí ante tanta belleza parece coronarse como rey de tal magnífico valle y yo ante el pico me siento pequeño e insignificante como el resto de criaturas que poblamos tal recóndito paraje.

He empezado a indagar . En mi camino se me van enganchando a los camales de mi viejo pantalón todo tipo de arbustos del sotobosque, muchos de ellos tienen resinas y fluidos que me van empañando.
Pero pese al sudor y la humedad y el calor propio de las horas del día (pues ya deben ser casi las cuatro), noto la ligera brisa y el frescor de una cascada que intuyo cerca y a la que me voy aproximando casi sin darme cuenta.

Cada vez el suave murmullo del agua se va haciendo más intenso y aunque el cansancio se va haciendo presente (pues el camino es cuesta arriba y me voy encontrando con terreno intratable y arbustos cada vez más grandes), por fin encuentro una hermosa escena donde mi compañera la cascada se deja vislumbrar entre el bosque.

Pero noto una humedad intensa en mis zapatos ya viejos y estropeados (unas trekking de cuero con las que llegué aquí y mis calcetines desgastados se van impregnando del agua de las proximidades de la caída ).

Al detenerme para observar y retirar un poco los matorrales, me doy cuenta del conjunto de tal onírica imagen.

Es un claro en el bosque y la cascada del agua tendrá una caída de unos díez metros, su nacimiento parece ser la continuación de un río y acaba muriendo en una poza de agua o lago de unos cincuenta metros de diámetro.

Alrededor el agua rebosante, va buscando pequeñas salidas a forma de riachuelos buscando cuencas que serpentean graciosas, al parecer en busca del gran lago ( tan conocido por mí y vecino de mi cabaña) y regando a su vez la maravillosa vegetación con la que me he ido tropezando.

Con todas las ropas humedad y sudorosas, decido aquí darle un descanso a mi gran objetivo de alcanzar la cima.

En mi contemplación de tal espectáculo, me convenzo que voy a nadar en la poza hasta la cascada, al sumergirme en ella puedo contemplar la pureza del agua y veo las rocas como hacen de fondo con claridad cristalina… pero en un fondo que parece no tener fin. Los rayos del sol aún son intensos y me ayudan a ser un espectador privilegiado a través de las aguas.

Llego a la cascada y me desnudo de mis ropas, aprovecho para lavarlas y en una orilla seca cubierta de guijarros decido acercarme.

Portando mis ropas viejas y ya lavadas en una mano, las dejo cuidadosamente en una rama bien extendidas para secarse. Y mientras espero, me siento en los guijarros desnudo, hago una profunda inspiración y sigo ideando.

¿Qué? Me digo a mi mismo.
¿Te atreves?
Yo siempre he sido muy temerario y me han gustado las emociones fuertes.
Pues vamos (sigo diciendo).

Me pongo a escalar desnudo por la subida de la cascada, solo la caída del agua sobre mi cara y mi cuerpo, me hacen sentir nuevo y aunque me voy haciendo pequeñas heridas en las manos por rocas con saliente afilados, voy aprendiendo a buscar recovecos menos agresivos y a veces con fuerza, a pulso voy subiendo mi cuerpo y otras veces escalo entre los entrantes sin miedo.

Por fin he conseguido trepar hasta su nacimiento y miro hacia abajo… Respiro Hondo y la adrenalina de mi cuerpo ya va cogiendo refuerzo...
Venga (me digo), esto no es nada y ¿si te matas? Y si ¿te hieres?
Has de ser prudente.

Observo ya más tranquilamente cual es la caída más segura analizando el terreno.
En medio de la cascada…. (decido) ¡No! Hay muchas piedras afiladas.

Estando aquí arriba me fijo que hay una pared circular que rodea a la cascada con una caída recta sin piedras que puedan resultar peligrosas.
Hay un saliente en la parte más alta que gracias a la erosión del agua en su zona más baja, la hace muy atractiva para un gran salto y cuando he buceado en la poza me he percatado que es de una considerable profundidad.
El diámetro es amplio y si además, cojo impulso con carrerilla... ¡será genial!
Pues no lo pienso más.

Hago lo propuesto y ¡¡¡¡me lanzo!!!
Es una caída increíble. Desnudo y desprotegido en el lanzamiento me siento libre y con las sensaciones de todo lo que me rodea (lleno el ambiente con el perfume de las pequeñas flores que se mezclan con el frescor del agua y todo parece intensificarse con el impulso de mi lanzamiento).
Me tiro de cabeza y al impactar contra el agua creo que voy a chocar contra una roca pero en vez de eso, sigo sumergiéndome hasta perder casi la luz de vista y hacerse una oscuridad completa.

De repente vuelvo a ir subiendo casi sin esforzarme y salgo a la superficie.

EXCLAMO UN GRITO SONORO EN EL VIENTO...

AAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHH!

¡PERFECTO! ES…. ¡PERFECTO!
Me voy relajando ya... tomando conciencia de mi cuerpo.

Y nado hasta la orilla de los guijarros secos.
Me tumbo extenuado y me duermo. Después de dormir un rato, me va despartando un fresco que va anunciando la puesta del sol y la oscuridad del atardecer va impregnando el paisaje.

Me levanto de un salto y me pongo las ropas secas.
Observo la luz y calculo que deben ser las siete y media o las ocho de la tarde...

Acelero mis pasos y me pongo veloz en camino.
Aún he de pescar algo para la cena y no he de perder tiempo…