No, no soy yo. Aún así siento que la vida se empeñó en mirar mis idiotas actitudes ante sus vueltas. Y la vergüenza de siempre se apodera de mis mejillas cuando se me cruza la sádica idea de una muerte prematura: ¿Y si me mato?.
Entonces me pego un buen martillazo en los testículos y en el grito escucho que digo ¡No tenés el valor! soy un pendejo desalmado al que no se le ocurre otra salida. Después, de rodillas ante un altar de recuerdos que no me dejan en paz, me doy cuenta que estoy solo de nuevo.
No soy yo el tonto que se repite una y otra vez que mi pesimismo es tan grande como las ganas de que éste desaparezca de mi vida.
Al final un texto libre es testigo de todo, sin compaginarlo decido ponerle un nombre: ?Diario íntimo?, y en unas cuantas líneas dejo que se me olvide lo pestilente de mi capacidad como escritor y la decadencia de mi persona.
Claro que no soy yo el estúpido que no deja de pensar en una mujer que tarde o temprano será reemplazada, no, ése es otro, mi tarea es tan simple como la de un martillo golpeando genitales. Doy cuenta de los sentimientos de un tonto valiéndome de expresiones a veces insensatas y otras sorprendentes.
Después de todo, cuando mi monitor imprime el punto final, es que muero para otro día despertar, porque yo soy el tipo que escribe, no el que vive.