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Estaba caminando por el centro, lentamente, como quién camina por caminar y avanza a la deriva. La suciedad putrefacta del aire se me hacía evidente con cada inspiración, la estridencia urbana se oía con cada bozinazo. ¿Por que tocaran tanto?-me pregunte-¿Por qué ese afan de pegar bocinazos, sin razon ni objetivo alguno? ¿Sería ya un reflejo automatico del hombre que vive inmerso en el stress metropolitano? Como el grito desesperado de alguien que no encuentra su camino, como el reproche angustiado del que no sabe por qué se despierta, por qué anda en auto, por qué va a trabajar. Me encuentro sumergido en mis pensamientos, bastante más pesados de los que estoy acostumbrado, es sin duda hoy uno de esos depresivos y reflexivos días en que uno se pregunta por cualquier cosa. El asunto es que mientras miro hacia abajo como mis zapatos se mueven, me golpea con el hombro un hombre bajo, con un traje algo viejo y un bolso de buena marca. Casi me bota, no lo vi venir y luego de que da unos pasos se da vuelta y me grita- ¡Imbecil! ¡Fijate por donde caminas!- Yo intento una especie de disculpa, pero el hombre ya ha girado sobre sus talones y sigue su camino. Tal situación es bastante comun y para nada peculiar, pero dado que es uno de esos días, me pongo a pensar. El hombre ni siquiera quizo una disculpa, no esperó a ver mi reacción, probablemente el empujon no le dolió ya que fue leve ni le produjo mayor molestia, pero ¿por qué entonces se dió el tiempo de darse vuelta e insultarme? ¿Que sacaba con eso? ¿Cual fue su ganancia? ¿Acaso el haber seguido caminando le hubiera influído en su fututo cercano o en su felicidad terrenal? Me parece interesante esto, aunque en realidad no lo sea. Luego, mientras sigo mi camino, un auto choca fuertemente por atras a otro, seguido del habitual concierto de bocinazos. Se bajan los dos tipos, ambos muy grandes y con pinta de ser bastante rudos y prepotentes. Al pasar unos 10 segundos de discusión y de una veintena de insultos horribles un hombre le dispara a otro y lo mata. Mientras el muerto yace sangrante en el piso, el asesino observa su arma y la guarda tranquilamente en su bolsillo. La situación me molestó, nadie hizo nada, por lo tanto voy y lo increpo- ¡Que ha hecho!- le grito- |
Texto agregado el 28-05-2004, y leído por 235 visitantes. (0 votos)
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