PAISAJE (II)
Estoy cruzando el lago con mi pequeña barca…. El lago es enorme y amplio, de una clara agua cristalina y una visible profundidad. Mientras remo suavemente hasta la parte de la montaña, voy escuchando el rumor del agua al chocar con el remo y veo algunas vigorosas truchas que pienso después pescar.
Son cerca de las once de la mañana, aprendí a leer la posición del sol y la dirección de las sombras; te ayudan como si fueran un reloj de sol.
Después de remar una hora más o menos y contemplar como siempre el paraje que me rodea, ya en una encantadora rutina para mí, voy bajando de mi barca viendo que se aproxima la orilla.
Poco a poco voy nadando empujando la barca y con el torso desnudo compruebo lo fría que todavía está el agua, aunque empieza a resultar agradable y sumerjo también la cara.
Todo mojado llego a la “playa”, con el sol del medio día me voy dejando secar y empiezo a notar que tengo hambre, como llevo siempre mi caña con hilo y anzuelo ( una artesanía que hice al principio ), me voy a buscar un cepo que me haga coger un buen ejemplar.
Ya tengo práctica y además conozco a los peces de este lago, como no están acostumbrados a la pesca son fáciles de engañar…
He encontrado unos pequeños gusanos entre las rocas, estos me servirán.
Me voy a un saliente y preparo mi aparejo, me siento sonriente estirando la caña y suavemente el hilo lo dejo a esperar. Dejando la caña anclada a una roca, me voy a dar una vuelta a la orilla. Voy a ver si diviso mi cabaña desde aquí. Sí, creo que ya la he visto, apenas parece un pequeño bulto o una sombra quizás.
Me acerco al puesto de la caña y compruebo la tensión del hilo. Espléndido y además puedo ver a la pobre víctima en mi anzuelo.
Cojo al pez y lo dejo en una hoja con una roca, lo remato para que no sufra.
No puedo evitar el remordimiento, ¡Perdona amiguito, lo siento! Pienso.
He recogido unas ramas secas y yesca para el fuego y recojo unas cuantas piedras para que el fuego se mantenga. Con mi pedernal, culmino el trabajo y lo enciendo y en esa parrilla natural cocino el pescado.
Me siento hambriento al lado del fuego y con algo de pan que traigo, me lo voy comiendo.
Al acabar la comida me recuesto un poco y pienso en Antonio, un amigo de hace tiempo, sabe que vivo aquí de ermitaño… Un día le dije que viniera a verme, tampoco sabía explicarle exactamente, pero la zona si supe y muchos otros parajes como este no hay por aquí, no sé si sabrá llegar. Si pregunta en el pueblo sabrán decirle, aunque está a cincuenta Kilometros la aldea, saben muy bien quien soy… Saben que vine de muy lejos, siempre decían eso de mí , eso me provoca una sonora carcajada porque me costó un año entender eso.
No hablan mi idioma. A veces pienso si estaré perdiendo la capacidad de hablar porque puedo estar muchos meses sin ver a nadie.
Decido que el descanso ha terminado, deben ser las dos y media o las tres, los recuerdos, la comida y el ensueño me han abstraído durante mucho rato.
¡Es hora de seguir! Me pongo en pie poco a poco y apago los brasas con un poco de agua ayudándome de una hoja cóncava que encuentro.
Voy hacia la ladera de la montaña...
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