Enrique era una persona sumamente sociable. Tenía muchos amigos repartidos por todo el mundo. Por esta misma razón había tenido la fortuna de conocer muchas mujeres. Con varias de ellas había tenido romances, algunos más cortos que otros, pero en general todos los había disfrutado. Siempre había sido muy querido dentro de su familia. Tenía 25 años y estaba más vivo que nunca. Había estudiado leyes, pero nunca realmente había estado seguro del porque. Conjeturaba que era su gusto a socializar lo que lo había volcado hacia una carrera particularmente de interacción humana. Después de graduarse Enrique había decido crear una oficina de abogados. Su éxito se debía en parte, a que atendía solamente los casos más extremos, con el lema “Si nadie puede, nosotros sí”. Hoy era un día anormalmente sin trabajo, por lo cual Enrique estaba embelesado con el brillo rojo metálico del teléfono en su despacho. Esperaba a las interrupciones habituales del día, pero parecía que nunca iban a llegar. Después de unos minutos se escuchó un ritmo alegre, al estilo de Enrique, era su celular que vibraba en la mesa cada vez más, dando la sensación de desesperación ante la poca reacción de su dueño. Enrique dejo que sonara dos veces más, y contestó. “Kike, como andamos el dia de hoy!”-Retumbaba el parlante del celular. “ Un poco bajo de trabajo, pero como siempre todo sobre ruedas.”-respondio Enrique. “ Me alegra, es que lo llamaba para invitarlo a la celebración del cumpleaños de Mauricio álzate, es hoy por la tarde y me insistió en que usted fuera. Yo se que usted no lo conoce del todo, pero en la fiesta de Maria Jose usted le cayó muy bien y me dice que le tiene que hacer una pregunta que le quedo de ese día. Qué dice?”. Enrique repaso mentalmente en cuestión de segundos su apretada agenda, “Si me acuerdo de él, me hablo de un caso extraño de un hombre que toda su vida había estado solo desde que nació, hasta que murió. Pero la verdad yo no le creí, para mí eso es inconcebible. Pero bueno volviendo al quid del asunto, creo que no tengo nada para hoy, y necesito despejar un poco la mente, así que allí estaré. ” . “Listo perfecto, ahora le mando la dirección por email, nos vemos allá”, respondió al que llamaban el negro Pérez, y a continuación se silencio el ambiente y Enrique retornó el celular a su posición privilegiada en el centro del escritorio.
Eran las 7 de la noche, la hora de la celebración de Mauricio álzate, y Enrique pensaba que era lo que aquel hombre le quería preguntar. La casa de Mauricio se mezclaba con las otras 200 casas a su alrededor hasta el punto de ser indistinguible. Como era de esperarse conocía casi a todas las personas que estaban en la celebración. Mauricio fue el primero en acercársele, Enrique lo felicito efusivamente. El anfitrión lo condujo hasta un cuarto vacio, Enrique lo siguió preguntándose porque estaban allí. “Te acuerdas aquello que te conté la vez pasada?, es real. Y más aun, resultó que es mi primo”. Dijo Mauricio con un tono un tanto tenebroso. Y sin dejar pronunciar una sola palabra a Enrique, continuó “ Yo sé que tu eres una persona en extremo sociable, me gustaría que me respondieras porque hay personas solas, sin nadie con quien contar?” . Enrique dejo ver su desconcierto, nunca se lo habían preguntado antes. Alguna vez había pensado que la soledad no era más que el estado en el cual la persona habla un leguaje diferente al resto. Mauricio no le importó que Enrique no le hubiese respondido y le dijo: “ No entiendo porque hay personas como tú que siempre tienen alguien a su alrededor , y personas como mi primo o inclusive yo que no hacemos más que estar solas.” Enrique por un momento sitio que entraba en un sueño, pero que después se termino convirtiendo en un experimento mental. En él trato de imaginarse como seria convertirse en una persona solitaria, empezó con un trágico accidente familiar que le arrebataba su familia, después su aislamiento y distanciamiento con sus amigos, su trabajo se volvía mecánico y monótono. Sus anhelos, sus ideas, sus preocupaciones no le importaban a nadie, finalmente su muerte que pasaba inadvertida en el mundo. Después de mirar el cuarto desolado a su alrededor, entendió la respuesta que estaba esperando desde hace 25 años. “Porque deciden estar solas”.
Y mientras suspiraba solo en su casa sentado en aquella vieja silla que había sido su eterna compañera todo este tiempo Mauricio Enrique álzate ahora sabia que debía convivir con su decisión.
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