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Si bien el nombre no es de importancia, no hay tampoco razones para sembrar curiosidad, se llamaba Marcelo.
Criado en el campo, en el seno de una familia trabajadora y muy unida, él era el cuarto de siete hermanos.
Al cumplir los veintiuno, y ya convencido de que aquella vida en el campo no era para él, el muchachito se movilizó para la ciudad.
Era el comienzo de una nueva vida y todo era extraño para él. Comenzó bien encaminado tomando un trabajo de media jornada en una carnicería de barrio e inscribiéndose en un secundario de adultos para poder asi completar su educación básica. Una educación que en su momento había sido interrumpida, en parte por la lejanía de las instituciones y en parte también por la mentalidad conservadora de sus padres.
Periódicamente Marcelo visitaba a su familia en el campo, sabiendo en cada viaje que todo estaría como lo había dejado; incluso también su primer y secreto amor. Se trataba de su prima, realmente buena moza y dos años mayor que él.
Si había algo que Marcelo había dejado en ese campo, era esta joven que tanto le atraía. Su despedida con ella no había sido tan simple, él le había prometido, asi como ella a él, que mantendrían el compromiso siéndose fieles el uno al otro. Compartían el proyecto y la ilusión de comenzar una vida juntos cuando él progresara lo suficiente.
Por diversas razones había transcurrido un buen tiempo desde su último viaje al campo, pero Marcelo estaba contento, su cumpleaños numero veintiséis caía domingo y planeaba viajar ese fin de semana para festejarlo con su familia, y en especial con aquella mujer, la mujer de su vida a la que jamás cambiaría.
Ese sábado Marcelo llegó y se acercaba a través del extenso camino de entrada. Los pozos obligaban un paso lento que él llevaba con gran ansiedad, pudiendo observar cada vez con más detalle las siluetas de los que allí aguardaban y por supuesto buscando entre ellas la de Mariana, su prima, su amor. Casi ya desilusionado, se alegró al verla salir de la casa.
Cuando estuvo frente a ella, pudo notar su vientre hinchado, estaba embarazada. Eso explicó las caras alegres de sus padres y hermanos, caras de que había algo nuevo, una sorpresa; pero explicó también la cara larga y triste de Mariana, expresaba sus sentimientos de culpa y disculpas. Disculpas cuyo rechazo estaba junto con el dolor, la incertidumbre y la impotencia, todo junto, en el rostro de Marcelo. En ese momento los sentimientos primeramente alegres del resto de la familia se transformaron en asombro e incomprensión. Marcelo notó eso en toda su familia salvo en Octavio, el quinto de los hermanos. Fue en ese instante cuando su incertidumbre e impotencia cesaron en conjunto.
Cinco minutos más tarde Marcelo caminaba de regreso; en su mano, un facón ensangrentado; a su espalda, dos cuerpos en el suelo.

Texto agregado el 23-06-2009, y leído por 169 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
13-08-2009 blofff!!! estrujante final. 5*s Dulce_Tammara
08-08-2009 un final violento... un abrazo. Rub sendero
30-07-2009 Magnífico y trágico!!! ***** MariBonita
23-06-2009 ¡¡¡Cuánta amargura y rencor!!! No pensé en ese final***** almalen2005
23-06-2009 Tremendo. margarita-zamudio
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