Recuerdo... recuerdo que hace algún año escribí sobre el Show de Truman. ¿Sabéis? Esa película que trata de un show televisivo en el que es protagonista una persona que desde niño, participa en ese programa que trata sobre su vida, en un mundo lleno de actores y de mentiras. Él, inconsciente de lo que pasaba, se comportaba como uno más. Con sus problemas, sus alegrías y sus tristezas. Cuando su vida se convertía en una monotonía, la organización del programa realizaba cambios en los actores, que producían nuevas emociones en el protagonista. Bien, pues sobre esa película hablaba, relacionándome a mí con Truman. Sentía que el mundo se comportaba conmigo de determinada forma para observar mis reacciones, sin importarles mi vida o mi felicidad...
Hoy no es así, pero casi... Ahora las personas no están en complot para estudiarme, sino que se comportan de tal forma que consigan empeorar mi vida por cada segundo que pasa. No soy una víctima. Nunca lo fui y no quiero serlo. Pero es que a veces me aburro, me desespero, me enfado... ¿A que se hace raro? Javi, el chavalín tranquilo y callado que nunca se cabrea sabe protestar... ohhhh... Pues sí. Sorprendentemente soy un ser humano, y aunque no me exprese en público tanto como tú, en mi cuerpo también pasan muchas cosas.
Os aseguro que no soy la persona más trabajadora del mundo, ni la más responsable, ni la más inteligente, ni la más nada; pero si soy una persona muy comprometida con lo que hago, que le gusta hacer las cosas perfectas (dentro de sus ínfimas capacidades), que le gusta hacer sonreír a la gente, que le gusta enseñar, y que de vez en cuando le apetece descansar. Pero no, parece que no puede ser. Parece que este año los Reyes Magos me castigarán con carbón de azúcar 0% azúcares añadidos... Debe ser que no trabajé lo suficiente, que vagueé, que no merezco que sea verano en mi diluvio cerebral. “Las cosas siguen y tú debes continuar cumpliendo con tus obligaciones SIEMPRE al margen de tus necesidades, en este caso menos destacables...”. Como odio escuchar este tipo de cosas. Como odio oírme a veces. Pero esta vez no soy yo quien habla. Debe ser mi demonio o mi saliva que escupe sin remordimientos a mi corazón. No sé lo que es, pero me está haciendo algo de daño.
Es casi julio y mis clases todavía tienen que empezar. Mis vacaciones de 15 días se ven eclipsadas por éstas y paralelamente, el final de mis vacaciones (ansiado desde las últimas) se procura ver frustrado por una simple dictadura. Además no existe la playa. La adoro, es tan simple que lo poco que me falta para rellenarme se compensa allí. Sin embargo, no está. No debo ir, tengo más obligaciones gratuitas. Mientras tanto, necesito ver personas, vamos, mi mayor don, las relaciones humanas. Además no sólo tengo que ver buenas personas, sino que también tengo que escuchar atentados hacia mi integridad mental como artista, del tipo: “El arte empieza con Velázquez, lo que nosotros hacemos no es arte...”. Semejante ignorante. Como me gustaría poder ser más sordo todavía para no escuchar a nadie, o por lo menos para sólo poder escuchar lo que quiero.
Pero, ¿sabéis qué? No importa. Esto que está pasando no importa porque sólo me pasa a mí. Es normal. A nadie le preocupa ver a un niño cayéndose por el balcón de su casa porque está en llamas: “Pobre familia, ahora a ver dónde duerme. Al niño, tranquilos que no le pasa nada, sólo se romperá alguna pierna y ya está, pero eso se cura en el hospital.” Que burros podéis ser a veces. Pero yo no voy a ser quien os ponga el bozal, ese es trabajo vuestro, ya os daréis cuenta, cuando seáis catedráticos en la vida, de lo que pensáis o decís.
Este es un cabreo como otro cualquiera, ya se me curará en el psicólogo...
*Javier Santalices* |