Sr. Director de la sucursal sita en la calle Maestro Ripollés nº 38.
Me dirijo a usted, para hacerle una petición, que le parecerá extraña en un principio, pero que pasaré a explicársela acto seguido. Me gustaría sugerirle que en sus cajeros automáticos no metieran billetes de 100€, si no más pequeños. Sé que lo habitual es que den billetes de 20€ o a lo sumo de 50€, pero a continuación paso a narrarle lo que me sucedió y de esta forma pueda tomar medidas para que no vuelva a suceder.
Hace un mes, día más o menos, saqué 100€ en el cajero automático que tienen en la puerta de su citada sucursal. Esperaba que el dinero reingresado de mi cuenta me lo diese la máquina en billetes de 20€ o 50€ como mucho, pero no, la muy borde….Perdón, al final no es más que una máquina… Pues la muy máquina me lo dio en un único billete de 100€. Eran las 12 de la noche y tan sólo quería comprar tabaco en el bar de enfrente. Bien, pues me dirigí al Señor mayor con cara de pocos amigos dueño del mencionado local, que usted debe conocer al estar enfrente de la sucursal y le enseñé el “pedazo” de billete obtenido en su cajero diciéndole que si me lo podía cambiar para comprar tabaco en su máquina. ¡Oiga, cómo si le estuviese intentando atracar! Me dijo que si no tenía nada más pequeño y me dieron ganas de decirle que lo único pequeño era su cerebro, por no referirme a su miembro viril. Al final me fui a dormir con los 100€ en el bolsillo y sin fumar.
Al día siguiente era viernes, Aún no había cambiado los 100€ ya que al comer en mi empresa, no tengo necesidad de hacer gasto alguno. Luego quedé con mis amigos en el bar de Lola y perdone la confianza señor director, pero ya que le estoy contando esta pequeña historia, para completarla le diré que aunque Lola había engordado algunos kilillos en los últimos años, siempre me ha parecido que está de muy buen ver y me produce un morbo irresistible. Mis amigos piensan lo mismo y es por la confianza que tenemos con ella y la calentura que nos produce por la que siempre vamos a su bar a tomarnos la primera cerveza, aunque en ocasiones nos la sirva caliente, normal. Le vuelvo a pedir disculpas por desviarme de la cuestión por la que le escribo, pero creo que los detalles le pueden hacer entender mejor el asunto que me ocupa.
En el intento de pagar mis consumiciones a Lola, que ascendían a 5 cervezas en las 2 horas y pico que llevábamos allá, se escandalizó cuando lo intenté hacer con el referido billete, diciéndome que no tenía cambio, que dónde iba con aquello, y nada que me apuntó las cervezas comentando que ya la pagaría cuando cambiase aquello. No me importó, pero me sentía como un delincuente con un pistolón en el bolsillo y cada vez que entraba en un lugar y lo sacaba, el personal se echaba a temblar.
Aquella noche seguí de rumba con mis amigos. Fuimos a varios locales más y en todos con la misma monserga “¿No tienes otro billete?” Ante tal pregunta y mi respuesta negativa, eran mis amigos los terminaban pagándome la copa. Por lo que cuando volví a casa, e hice repaso de la noche; 5 cervezas, 3 copas de cava, a mi amigo Blas se le ocurrió pedirnos 1 tequila, 1 o 2 gin tonic, 3 o 4 whiskys con cola, 3 o 10 porros, 1 morena delgada y bajita con la que me había liado y mis 100€ en el bolsillo, una noche completísima y feliz. No sé si a usted le habrá pasado alguna vez, pero cuando ocurren estos días de suerte y al contrario también en los de mala, nuestro subconsciente primitivo y supersticioso tiende a buscar una causa de esa buena o mala fortuna. El billete verde, que ya estaba arrugado y manoseado de tanto sacarlo y volverlo a guardar, lo convertí en el talismán de las noches de fiesta. A partir de entonces siempre llevaría mis 100€ de la buena suerte en el bolsillo cada vez que saliera. Era un precio un poco caro para esa especie de amuleto, pero parece que los seres humanos necesitemos atribuir cualidades mágicas a objetos con el fin de darnos cierta estabilidad o cierto consuelo ante lo inesperado. El caso es que en los sucesivos días en los que salí, siempre llevaba mi billete mágico de los 100€ en el bolsillo. Antes de salir a la calle, hacía una especie de ritual, algo parecido a una oración. Lo manosea, observaba su desgaste y las pequeñas mutilaciones que tanto trajín le iban dejando, le faltaba la esquina derecha, como si un ratón le hubiese dado un pequeño mordisco. También le había escrito la frase “En pago a mi suerte” con rotulador, para no confundirlo con otros billetes, aunque creo que era la única vez que era poseedor de un billete de 100€.
Hace 5 días quedé con Merche. Le informo: Merche es una conocida de hace mucho tiempo que me gusta y desde hace años la persigo. Le pareceré un tío muy básico con necesidades primarias y que sólo piensa en salir, beber y en el sexo… Es cierto, soy un tío muy superficial, pero no creo que sea un dato que tenga relevancia. La cuestión es que por fin quedé con Merche para cenar. La llevé a un chino que no está muy lejos de mi casa. Tiene un menú para dos personas que no está mal, los camareros siempre sonríen, no sé porqué si el restaurante siempre lo tienen vacío. La decoración a mi me impresiona con esos dos dragones dorados de dos metros de altura una a cada lado de la puerta de entrada, sus cuadros con letras chinas por todas partes, algún buda de gran tamaño también hay, tal vez huela un poco a frito, pero se perdona por la gran catarata que tienen en un lateral del salón, con agua de verdad y todo, es de lo más relajante. Si le gusta el sitio, ya le daré la dirección.
Le pedí una mesa al camarero cerca de la catarata, por supuesto no hubo problemas, no había nadie. Imagínese Sr. Director el ambiente era perfecto para una cena romántica. Yo intenté romper el silencio con una conversación amena, le hablé de mi trabajo y mis problemas con mi jefe, le comenté como le tuve que parar los pies el otro día a Fernando, un compañero. También le hablé de mis aficiones, en fin de cosas que me parecía interesantes y donde podíamos tener un acercamiento encontrando coincidencias. Pero ella debía estar un poco nerviosa, se lo notaba en que el gesto de la cara, en el ceño fruncido, no sé, será por eso que no hablaba, ni me miraba cuando lo hacía yo. No me preocupaba, pensaba que conseguiría que se relajase y después de aquella cena tan exótica, ya me imaginaba haciendo el perrito pekinés con ella.
La cuestión es que no se debió relajar, casi no llegamos ni a los cafés, estaba tan nerviosa que dijo que tenía mucha prisa y me dejó pagando la cuenta, por lo menos podía haber tenido el detalle de pagarla a medias ¿No cree?
Llevo cuatro días pendiente del teléfono, esperando una llamada suya, diciéndome que se le había olvidado apagar el gas o que no se acordaba de que jugaba su equipo de fútbol. Pero por lo visto mi billete dejó de funcionar, se convirtió en maldito y la suerte me la traía contraria. Hace media hora que regresé del bingo, cambié mi billete, estaba claro que allá no iban a tener problemas y posteriormente me he jugado las 100 monedas en las que había desintegrado el billete, en las tragaperras. Por supuesto no me ha tocado nada, estaba claro que ese billete estaba gafado.
Por todo esto le pido Sr. Director, que evite poner billetes de 100€ en los cajeros, que luego se te fosilizan en la mano por no poder deshacerte de ellos, les coges cariño y les das un poder que no tienen. Los de 20€ incluso los de 50€ son mucho más evaporables.
Si ve un billete de 100€ con una esquina como mordida y que ponga con rotulador “En pago a mi suerte” quémelo que yo le restituyo el dinero. La suerte es una puta vestida de verde, como ese billete. Feliz Navidad. |