De la penumbra de un mar revuelto
nacen las musas,
se desnudan y saludan
juntas ante el sol.
Embrujan al "yo poeta"
y lo transforman en proxeneta
de versos bañados en alcohol.

De entre los umbrales
de una puerta medio abierta
veo llegar el sol,
me deslumbra su calor
y resisto su olor,
¿luz?
no llega el calor,
no existe la luz,
tan siquiera un relámpago.
Quejido amargo.
Y el duende otra vez,
se extralimita en su hacer
de celestino del vino,
de sabores divinos
que mezclados dan dolor,
que mas da vino o ron,
copa o catavino
si al final todo es volver
a sentir que uno sigue vivo.