Inicio / Cuenteros Locales / camirl / Una noche inesperada
¡Sorpresa! Mi cuerpo vacilante se encontraba acostado al lado de una mujer que quise desde mucho tiempo atrás, y sin que supiera el por qué, en la noche nuestros cuerpos se habían fundido entre las suaves sabanas que nos acobijaba; Inhóspitamente nos unimos entre besos prendidos, suaves caricias que encendieron la sangre que circulaba entretejidas por nuestras pieles y las respiraciones entrecortadas por blandos gemidos que erizaban el alma.
El placer había sido el tema días antes, combinados por el deseo y el sentido de la vida; discutíamos acerca del futuro entre aciertos y desaciertos sobre el amor, la felicidad ilusoria, y la dicotomía de un sistema engañoso. Nada se cruzo por la mente noches antes en la cuales solíamos arreglar nuestros caminos y el del mundo entero.
El cine nuestro mayor deleite y las salidas acompañadas por el alcohol daban riendas a largas retahílas de incomprendidas vidas como las nuestras. El pasado conjugado por un presente turbio, lleno de miedo y de salidas poco planeadas eran constantes en la depresión de nuestra razón.
En una noche concertada entre las líneas del Messenger decidimos salir y resguardarnos en un lugar sombrío para presentarnos como éramos en realidad; pero en vez de sacrificar el tiempo escaso jugamos con las cartas y competimos entre risas y chistes que promulgaban al aire una letal e inesperada manifestación. El vino semi-seco que adorno nuestras palabras de armonías y alegrías, nos condujo hacia las intenciones menos consumadas.
Ahora el alba surca mis conspiraciones para amelar los oídos que esperan ser conquistados, corrompen los sentidos y nos conducen hacia la satisfacción de los placeres necesarios de nuestros mundanos cuerpos.
… días después…
La libertad que nos cobijaba no se vio afectada por el goce de aquella noche, pero nuestros pensamientos se perturbaron al inspeccionar las razones que confabularon para que nuestros más íntimos orgullos fueran mutuamente revelados.
Las explicaciones intentaron escapársele entre sus dientes pero yo, siempre obstinado ante el ideal de dejar entre mis fines la decisión que ella quisiera tomar, no dejo a sus mariposas posarse en mi mente. Acallaba mis impulsos de besarla de nuevo con el orgullo de que fuera su boca, su lengua y su piel la que deseara de nuevo la mía.
Ahora las sensaciones son ambiguas, nada incipientes ante nuestros presentes desolados; y abandonados a las sensaciones que procuran alejarnos de la soledad, nuestras esperanzas se postran ante el futuro incierto de aquellos caminos que miramos de soslayo y desconfiados.
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Texto agregado el 21-06-2009, y leído por 146
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