A las hormigas les llama algo la atención, lo puedo sentir, lo percibo. Han pasado días enteros y siguen trabajando dentro de mi cuerpo. Para ellas no existen los turnos, son incansables. Algo me sorprende de ellas, hay momentos en que se paralizan colectivamente, como si algo las llamara, sin embargo creo que temen de aquello. Sus patas dejan de rozar mi aparato circulatorio, pero sus antenas se mueven, apuntan en una dirección. ¿Pero qué es? ¡Un momento! Lo entiendo, sí, lo entiendo; lo que llama su atención es el eco de mis pensamientos.

Bajo condena, resignadas ante su destino, las hormigas temerosas se aprestan para invadir mi cabeza, sé que lo harán.

Mi sangre se vuelve agridulce, he de prepararme.